Señora de una casa | Columnas de Egipto | Huellas de la Historia

Cuando se piensa en el antiguo Egipto y las mujeres puede resultar inmediata la vinculación con figuras de la talla de Hatshepsut, Nefertari, Nefertiti o Cleopatra VII, pero claro está que no fueron las únicas mujeres en todo el valle del Nilo a lo largo de la vasta historia del Egipto faraónico, ni que hayan sido las únicas mujeres poderosas o las pocas que contribuyeron al funcionamiento de la civilización egipcia: más allá del segmento regio y noble también se encontraban las mujeres que carecían de privilegios pero que ponían en funcionamiento aspectos de la vida cotidiana.
En esta oportunidad, dentro de “Columnas de Egipto”, me propongo invitarte a una lectura liviana pero lo suficientemente descriptiva y general para permitirte pasear entre las casas, los campos, los templos y los palacios en los que vivieron y dejaron huellas en la historia las mujeres del antiguo Egipto. Comencemos…
Cuando se pretende entender la figura de la mujer en la civilización faraónica nos encontramos con que los restos materiales, importantes para el deber del historiador, abundan en lo referente a las élites egipcias en comparación con aquellos que provenían de la sociedad no privilegiada. Por ello comenzaba señalando que resulta común pensar en figuras de poder como Nefertiti o Cleopatra VII y no en las mujeres del común. Pero ello no nos impedirá poder conocer ciertos aspectos de la vida cotidiana de las mujeres, tanto de la realeza egipcia como de aquellas que quedaron excluidas de dicha posición social.
Analicemos algunos vocablos que nos permitan sumergirnos en la idea de mujer que los egipcios poseían. Para ello analizaremos una selección de vocablos presente en la Gramática Egipcia de Sir Alan Gardiner, en particular a la “Sección B. Mujer y sus ocupaciones”. En dicha sección se nos presentan 7 pictogramas, todos referidos a la mujer, catalogados desde el B1 al B7.
![]() | Este jeroglífico, que muestra a una mujer sentada, corresponde al B1 de la lista de Gardiner. El mismo podía ser usado como determinativo semántico de “hembra”, indicar que el vocablo precedente estaba vinculado a lo femenino, por ejemplo en cuanto a vínculos parentales, ocupaciones, indicar que un nombre pertenecía a una mujer o que quien enunciaba algo era una mujer. |
![]() | B2 y B3 se hallan vinculados al embarazo y al parto respectivamente. |
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![]() | B5 nos presenta a una mujer amamantando a un niño, un infante. |
![]() | B6 nos presenta a una mujer que se encuentra sentada en una silla con el infante sobre sus piernas/regazo. Este pictograma aparece como determinativo semántico para el vocablo egipcio de “criar” o “educar”:
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![]() | B7 nos presenta la figura de una reina con diadema y una flor, el pictograma funciona como determinativo semántico de nombre de reinas según Gardiner. |
¿Qué importancia adquiere la lengua de los egipcios para comprender su visión de la mujer? Podríamos decir que es muy relevante, en la misma se plasma una cosmovisión signada por la presencia de dos sexos biológicos a los que les corresponden grafías particulares, ya sea que un vocablo refiera al hombre o a la mujer. Ateniéndonos solamente a la lista de Gardiner, que se aboca al egipcio medio, podemos indicar que en su “Sección A. El hombre y sus ocupaciones” aparecen listados, al menos, 55 pictogramas en los cuales la figura del hombre es el eje organizativo y sustantivo frente a los 7 de la mujer en la “Sección B”.
Entre los signos de la “Sección B” se hace patente que uno de los roles centrales desempeñados por las mujeres era el de la crianza de los hijos, la misma involucraba los cuidados que comenzaban desde la etapa del embarazo hasta el parto y luego se extendían hasta que los hijos comenzaran a ganar madurez e independencia; el periodo de la lactancia era un momento crucial e importante en el cuidado y desarrollo de la vida del infante, hecho que quedaba, claramente, ligado a la mujer, tanto para una egipcia del común como para la realeza. En cuanto a la realeza se podría alegar que, ciertamente, los infantes podían contar con “madres de leche”, o nodrizas, que reforzaban y ayudaban a la madre biológica en esa etapa de la crianza y de los cuidados del recién nacido.
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mna: cuidar, mimar mnat: ama, madre de leche |
Entre las traducciones posibles que ofrece Gardiner para el vocablo analizado notamos la fuerte presencia del rol materno asignado a la figura de la mujer egipcia. |
En columnas anteriores se hacía mención a la alimentación de los egipcios y las enfermedades varias a las que se vieron expuestos, en relación a aquellas dimensiones es que el cuidado de los infantes recobra aún más significado y relevancia puesto que la mortalidad infantil debió de ser elevada fruto de una alimentación dispar entre la nobleza y la masa campesina, la exposición a trabajos varios y pesados, el clima, la salubridad, entre otros factores. De hecho, veamos los siguientes vocablos:
![]() | Hmt mujer, esposa |
![]() | Hmt nsw esposa del Rey |
![]() | nbt pr señora de una casa, mujer casada |
Se puede extraer un conjunto importante de información en torno a la mujer, su espacialidad, sus funciones y valoraciones para la sociedad egipcia en base a esta selección de sustantivos: en primer lugar, los egipcios entendían que la mujer cumplía un rol maternal central, y para ello la casa ( ) cobraba importancia central, se constituía en el espacio central para dicha labor. En el espacio de la casa la mujer también se dedicaba al mantenimiento de los alimentos, su conservación, la cocción de los mismos (cabe recordar la importancia de la elaboración del pan y la cerveza en el hogar) y a tareas de hilado y tejido en los espacios no cubiertos de la misma. La expresión “señora de una casa” guarda relación directa con este aspecto, de hecho, hay autores que mencionan que la diferencia en el color utilizado para la tez del hombre y la mujer podría guardar relación con sus labores al amparo de los rayos del sol, aspecto que quedaría reflejado en la tonalidad menos opaca de la pigmentación utilizada para la piel de las mujeres en comparación a la de los hombres en las pinturas murales (fig. 1).

“Señora de una casa” también permite vislumbrar que la mujer tuvo un rol activo en el orden y el cumplimiento de las diversas tareas y labores que implicaban mantener en funcionamiento un hogar. Por ende, la mujer era pilar en la economía doméstica de la sociedad faraónica.
En torno a Hmt, el campo semántico vinculado a este vocablo para los antiguos egipcios no se restringe a “mujer, esposa” sino que también, la grafía para los vocablos vinculados a “útero, vulva, vaca” es compartida (), diferenciándose por el determinativo semántico, que en la mujer es B1 (según la lista de Gardiner) a diferencia de idt () cuyo determinativo semántico está dado por F45 (precisamente, el útero de una vaca). Nuevamente, los lazos entre la mujer y la reproducción son importantes y están a la vista, aunque para los egipcios la mujer era entendida como receptora/portadora de la simiente del hombre, simiente que cumpliría el rol activo en la creación de vida. Esto es así para la misma cosmovisión religiosa donde los dioses masculinos son quienes crean vida al masturbarse o al copular con su contraparte femenina que actuara como receptora.
¿Qué otra información se dispone sobre la mujer en este aspecto? Las mujeres se podían constituir en “señoras de una casa”, por ejemplo, al consolidar un vínculo amoroso con un hombre, la figura del concepto “matrimonio” es discutida por varios autores y hasta se indica que no era necesaria una ceremonia particular para darle sustantividad al hecho, bastaba con que ambas partes decidieran “fundar una casa” en el hecho de cohabitar un mismo espacio (la casa) y formar, así, un núcleo familiar. De allí en adelante, la suerte del vínculo dependería de varios avatares, pero se sabe, también, que se podían separar marcando la intención de ello y ejecutando la acción misma; se conocen acuerdos que buscaban resguardar los bienes materiales en caso de una ruptura del vínculo amoroso, es así que en el ostracon Bodleian Library 253 figura lo siguiente:
“Año 23, primer mes del invierno, día 4. Este día, Tener-Montu dijo al trabajador jefe Khonsu y al escriba Amen-Nakht, hijo de Ipuy: <Hacer que Nakhte-en-Mut haga un juramento ante el señor, vida, salud, fuerza, diciendo, <no abandonaré a su hija>.
Juramento ante el señor, vida, salud, fuerza, que pronuncia: <Al igual que Amón permanece, igual que el monarca permanece, si incumplo mi palabra y abandono a la hija de Tener-Montu en el futuro, recibire 100 golpes y seré desprovisto de todas las propiedades que adquiera con ella>”.
De lo anterior podemos saber que las mujeres pudieron administrar propiedades, incluso fueron muchas veces parte del circuito comercial al vender y comprar productos en el mercado, como lo atestigua la pintura mural de la tumba de Niankhkhnum y Khnumhotep, en Saqqara, proveniente de la V dinastía (fig. 2). Allí se puede apreciar a una mujer que asiste al mercado junto a un infante: la mujer está comprando frutos como higos o granadas, entregándole al vendedor un recipiente para llevar la fruta o como artículo de intercambio (nótese la importancia de la mujer en la obtención del alimento y el cuidado de los infantes).

En cuanto a oficios también se tiene evidencia de mujeres que ostentaron titulaturas vinculadas a la medicina, como el caso de Peseshet (que vivió durante la cuarta dinastía del antiguo Egipto) que ostentó el título de “supervisora de las mujeres médico”; también alcanzaron a ser parte activa en las festividades como cantoras, bailarinas, músicas, y para diversos ritos dentro y fuera de los templos.
En torno a la realeza la mujer, como se mencionaba al inicio de esta Columna, tuvo un protagonismo importante, sin lugar a dudas, pero conviene también introducirnos un poco más al interior del funcionamiento del poder político para poder ubicar, con justa razón, la cuota de poder que les tocaba a las mujeres en este ámbito de la sociedad faraónica.
José Miguel Parra tiene una frase que resulta algo ilustrativa en torno a las mujeres de la realeza, incluso frente a lo que acostumbramos a llamar reina, y es que la misma detentó poder, sin lugar a dudas, pero siempre “al lado del rey” o “en su sombra”. El vocablo que se presentó anteriormente, Hmt nsw, esposa del rey, nos indica qué posición tiene esa mujer respecto de un hombre en particular, el rey, el faraón. Nos indica, entonces, que es quién es en relación al varón, puesto que la idea del gobernante para la sociedad faraónica es una figura masculina, como lo atestigua también la idea de Osiris y de Horus, deidades masculinas. La mujer funcionaba, en este ámbito, como la contraparte femenina de la realeza, en donde el faraón replicaba el accionar de los dioses al tomar por esposa a su hermana (aunque la cuestión del incesto no fuera necesariamente la norma y tampoco existiese una obligación tajante de tomar por esposa a una mujer de la familia real) y asegurar el engendrar un futuro heredero del trono de Egipto, cumpliendo con el mantenimiento del orden cósmico.
Entre las mujeres que mayor cuota de poder pudieron manejar dentro del entorno de la realeza se encuentran, al menos, tres grandes ejemplos y determinados, justamente, por su vínculo con el monarca de turno: la “gran esposa del rey”, la “madre del rey” y la “esposa del rey”. En torno a la “gran esposa del rey” era quien detentaba la responsabilidad oficial de ser el complemento femenino de la realeza, oficiar ceremonias con el rey e, incluso, aparecer en la iconografía junto a él; cabía esperarse que pudiera ofrecerle al soberano el heredero varón que asegurara la permanencia del orden cósmico y la continuación del linaje regio. Si en ello fallaba, quedaban aún los hijos obtenidos con las demás “esposa del rey”, las cuales existían por causas como arreglos políticos con otras potencias de la región. De esto se puede desprender que la “madre del rey” solo podía asegurarse tal honor en el caso de que, efectivamente, fuera su hijo el que llegara al trono de las Dos Tierras. Claro que existieron mujeres de la talla de Hatshepsut, Nefertiti o las anteriormente mencionadas, pero la norma, durante los milenios que duró la civilización egipcia, fue que la doble corona de Egipto la portara un hombre; de todas formas, podemos mencionar el rol activo que tomó la esposa del faraón Seqenenre Taa, es decir: Ahhotep (1570 a.C. – 1540 a.C.), de la dinastía XVII (de hecho, fue la bisabuela de Hatshepsut).
Ahhotep gobernó como regente durante diez años, hasta que su hijo, Ahmose, alcanzó los dieciséis años de edad. Ahhotep se encontró gobernando en un momento en el cual Egipto luchaba contra la ocupación hicsa, en ello se fue la vida de su hermano y esposo, el faraón Seqenenre Taa, y la de su hijo Kamose, que había combatido al sur del reino contra los nubios y los hicsos al norte. Quedando al mando de Egipto, Ahhotep continuó con la lucha contra el invasor hicso, que aún controlaba Avaris, y resguardó el trono para su hijo y futuro Horus en la tierra: Ahmose, con quien daría inicio la Dinastía XVIII y el Reino Nuevo de Egipto. Fue tal el rol político y militar de Ahhotep que la misma fue galardonada con la máxima condecoración castrense que poseían los egipcios: las moscas del valor, un collar del cuan pendían figuras de moscas elaboradas en oro. En su tumba se hallaron no solo las condecoraciones militares sino también hachas y dagas, lo que resalta su rol activo y central en la campaña militar por la restauración del orden cósmico dentro del reino de las Dos Tierras, lo cual evidencia a una mujer que ejerció efectivamente un rol activo en el poder en una circunstancia política y militar muy particular.
En contraposición a este caso, claro que las varias consortes del faraón también podían tener sus propios planes para acceder al poder si su estirpe no era la favorecida para acceder al trono de Egipto, el caso que lo evidencia es el del asesinato del faraón Ramsés III producto de una conjura impulsada por una de sus esposas secundaria y miembro del harén, Tiyi, que buscaba entronizar al pretendiente Pentaur, Y se sabe que Tiyi contó con la ayuda de varias damas del harén, con el copero mayor, del escriba del harén, familiares de las damas del harén, jefes del ejército y de un mago. La conjura alcanzó su objetivo, pues Ramsés III murió producto de un tajo en su garganta que afectó a la tráquea, esófago y los vasos sanguíneos. Los responsables fueron juzgados y no lograron que el legítimo heredero, Ramsés IV, llegara al trono y así impartiera justicia sobre ellos.
Es así que podemos entender, entonces, que la mujer en el antiguo Egipto pudo jugar roles simbólicos secundarios impuestos a la par de actividades productivas que la delimitaron al espacio del hogar, los mercados, la producción de determinados bienes y el resguardo de los infantes. Cabe destacar la fuerte impronta de lo masculino como elemento preponderante en lo divino, en lo regio y que ello impactaba directamente en la vida de las mujeres y en sus posibilidades reales de ser y hacer en la vida terrenal. Fuera en los hogares cocinando pan o cerveza, criando y protegiendo a los infantes, siendo hábiles en el arte de curar o batallar o perfectas instigadoras de golpes palaciegos, lo cierto es que la mujer dejó huellas indelebles en la sociedad egipcia del tiempo de las pirámides, dioses y faraones.
David Basano
Bibliografía:
-Alm, B. (2003). Women of power and influence in ancient Egypt. Recuperado de https://www.academia.edu/34551948/Women_of_Power_and_Influence_in_Ancient_Egypt.
-Gardiner, A. (1993). Gramática egipcia: Una introducción al estudio de los jeroglíficos (1.ª ed. adaptada al español, Tomo II). Ediciones Lepsius.
-Parra, J. M. (2016). La vida cotidiana en el antiguo Egipto. El Ateneo.
-Robins, G. (1996). Las mujeres en el Antiguo Egipto (M. V. García Quintela, Trad.). Akal. (Colección Universitaria).
-Tyldesley, J. (1999). Hijas de Isis: La mujer en el Antiguo Egipto (Edición en español). Martínez Roca.
-Van de Beek, N. (2023). Saqqara scenes: Women in the marketplace. En: https://nickyvandebeek.com
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