¿Cómo has muerto, faraón? | Columnas de Egipto | Huellas de la Historia
- David Basano
- 8 abr
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La muerte no fue un tema menor para la cosmovisión de los antiguos egipcios, menos aún los ritos que implicaban asegurar, al difunto, su posterior vida en el más allá. Y esto fue una preocupación constante tanto para la élite egipcia como para los estratos sociales más bajos y carentes de varios de los recursos -simbólicos y materiales- que distinguían a toda la pompa ceremonial de la nobleza frente a la muerte. En esta oportunidad, desde “Columnas de Egipto”, indagaremos en torno al deceso del faraón Seqenenre Taa II (c.1558 a.C. – 1553 a.C.), perteneciente a la dinastía XVII, quien ocupó el trono del Alto y Bajo Egipto en un convulso contexto político y militar puesto que las tierras del norte se encontraban ocupadas por el “hicso invasor” mientras que, al sur, se hacía sentir la presencia del reino Kushita. Egipto atravesaba el denominado “segundo periodo intermedio”, un lapso temporal en el cual la unidad política del antiguo Egipto, las tierras del Delta con las tierras del Alto, se hallaba disputada. En la Columna anterior se mencionó la importancia que la guerra tuvo en el mundo de las mujeres gobernantes de la élite, y Seqenenre vivió y murió en ese Egipto belicoso del cual también fue parte Ahhotep, de quien habíamos mencionado (en aquella Columna de marzo) su activo rol en la lucha contra el pueblo hicso.

La figura de este faraón ha dado lugar, al menos desde el siglo XIX, a fructíferos debates en torno a las causas de su muerte, las cuales, para brindar una explicación accesible y esquemática, podrían resumirse en: muerte en el combate, muerte ritual pos combate, asesinato palaciego. Recorramos estas explicaciones…
Nuestro faraón en cuestión, desde Tebas, situada en torno al centro geográfico de Egipto, fue partícipe de la lucha contra aquel “vil invasor” con el objetivo de restaurar la hegemonía perdida y, así, retornar al orden cósmico pregonado por la ideología dominante egipcia. Y fue aquel contexto militar el que dio sustento a una de las explicaciones en torno a cómo habría muerto el portador de la doble corona, ya que la práctica de la momificación permitió conservar los restos mortales del gobernante en los cuales se observan, claramente, lesiones significativas en el cráneo. Las siguientes imágenes pueden resultar esclarecedoras en torno a las heridas sufridas por Seqenenre Taa II:
Cuando el egiptólogo francés, Gastón Maspero (1846-1916), analizó los restos mortales de la momia del faraón[1], en 1886, mediante la técnica del “desenvolvimiento” concluyó que: el faraón habría sido golpeado en el mentón provocando su caída en la batalla contra los hicsos[2], fruto de esa caída habría sido ultimado mediante un golpe con hacha en la frente (golpe que habría provocado la pérdida de masa encefálica) y luego otro golpe provocado con una lanza o una daga por encima de la órbita ocular. Un estudio posterior, realizado por el Dr. Daniel Fouquet (1850-1914), en 1889, llegó a las mismas observaciones y conclusiones. Tiempo después, iniciándose el siglo XX, en 1906, el antropólogo y doctor en anatomía Grafton Elliot Smith (1871-1937), llegó a la conclusión de que los restos del faraón presentaban cinco heridas (herida en la base del cráneo- bajo la oreja izquierda-, herida horizontal en el hueso frontal superior, herida bajo la cuenca orbital izquierda, fractura en el hueso frontal interior y fractura de los huesos nasales y de la cuenca orbital derecha). De este estudio, que hizo foco en cuanto a que las heridas del cuerpo del monarca solo residían en la cabeza sin otros daños al cuerpo que demostraran signos de resistencia, nacía la probabilidad de que la muerte del faraón hubiera sido mientras el mismo se hallaba dormido: ¿por qué pensar en la muerte en el campo de batalla si los restos no indicaban atisbos de defensa-lucha mediante heridas/lesiones en las extremidades/el torso? El fin de los días del faraón hallaba al palacio como escenario donde se habría perpetrado el hecho fatal.

Una de las críticas a la idea de la muerte por una conjura palaciega descansa en la procedencia étnica de las armas que dieron muerte al gobernante, ya que las mismas han sido señaladas como de origen “asiático” o “hicso” y de un uso, casi exclusivo, por parte de estos. Autores como Strouhal sostienen que las hachas de batalla con diseño de cincel o encastrado serían propias de los “asiáticos”, amparando su afirmación en que los restos materiales recuperados de las mismas, procedentes de todo el segundo periodo intermedio, se hallaron localizados en la región de Tell el-Daba y no más allá del área. La vinculación entre la procedencia de las armas que pudieron dar muerte al faraón en base al tipo de heridas que presenta su cráneo se acomodaría mejor a la teoría de muerte en un campo de batalla más que a los recintos palaciegos de la élite. Para ahondar más en las causas de la muerte y los debates en torno a la misma, hay autores que señalan que la supuesta procedencia étnica de este tipo de armamento no terminaría de ser contundente para explicar, en resumen, quién/es ejecutó/aron la acción ni el sitio específico. Uroš Matić, que inserta estos interrogantes y matices al debate, rescata también la importancia de la práctica del saqueo/pillaje de los soldados vencedores en el campo de batalla, manera en la cual las hachas “asiáticas” podrían haber circulado entre las propias huestes egipcias. Circulación no como mero botín de guerra, sino que pudieron ser usadas por el propio ejército egipcio (un ejército que tampoco pude ser asumido como étnicamente homogéneo en su composición ni en torno al equipamiento militar, algo que también puede ser indicado para el caso hicso). El autor incluso objeta la idea de catalogar universalmente de “hicsos” a la población del Delta oriental durante este periodo en cuestión, restando peso a la idea de proveniencia étnica del objeto como sinónimo o signo inequívoco de la defunción de Seqenenre Taa II a manos de dicho pueblo. En base a esta línea de interpretación, Matić puso en duda los supuestos alcanzados por las investigaciones basadas en interpretaciones de restos arqueológicos que desdibujaron o desconectaron las prácticas asociadas a la obtención, la circulación o el uso de estos objetos vinculados a la guerra, poniendo en tela de juicio la asignación automática de etnicidades monolíticas a objetos que pudieron contener pluralidad de relaciones con/entre los sujetos de aquel periodo. Entonces… el abanico de procedencia étnica del ejecutor (¿o de los ejecutores?) del monarca se amplía.

En torno a la teoría de una muerte ritual del faraón o tras ser apresado por sus enemigos en el campo de batalla, nos encontramos con autores como Bernard Shaw, Sahar Saleem y Zahi Hawass. Shaw, en 2009, postulaba que el faraón habría sido ejecutado luego de una derrota del ejército tebano frente a las fuerzas hicsas. Saleem y Hawass pusieron el foco en la procedencia de las armas con las cuales el faraón fue ultimado (el estudio comparó las heridas de la momia con armas procedentes de Tell el-Daba y que estaban a resguardo en el Museo Egipcio de El Cairo) y en la forma deshonrosa y humillante en que fue ejecutado, puesto que todas las heridas se hallan en el rostro, agregando, como resultado de una tomografía axial computarizada (TAC) realizada en mayo de 2019, que las manos del faraón fueron sujetadas tras su espalda, lo que resultaría de una posible captura en la batalla. La momificación, según los estudios de Saleem y Hawass, fue realizada con posterioridad al deceso del faraón, intentando los embalsamadores cubrir las heridas mediante el uso de resinas; el corazón se halla ausente en la cavidad torácica, lo mismo respecto de amuletos, restos del cerebro se hallan adheridos a la cavidad craneal en su lado izquierdo (lo que podría indicar la postura en que pudo quedar tendido el cadáver previo a su momificación). Las conclusiones a las que llegaron estos autores, en base a la TAC realizada, radican en que: los golpes fueron realizados desde una posición superior, por encima de Seqenenre como también frente al mismo; hay lesiones que pudieron ser realizadas con el mango de un hacha en la nariz y la parte derecha del rostro; presencia de una lesión por uso de lanza en la cara izquierda de la base del cráneo. Los ataques fueron múltiples, pudiendo intervenir más de un actor en el hecho a juzgar por el tipo de armas involucradas y los ángulos de cada golpe. El estudio también discute la idea de un embalsamamiento rápido, apresurado, debido a que la TAC del 2019 revelaba los intentos de los embalsamadores por esconder los nefastos efectos de los golpes en el cuerpo del soberano, alegando también que los procedimientos habrían sido llevados a cabo en un taller real en Tebas y no in situ, donde los recursos para embalsar el cuerpo no hubieran sido de fácil acceso.
Fue así como el faraón guerrero, valiente, que desafió al poder hicso al norte de Tebas, habría encontrado su muerte de una manera violenta, resultado de múltiples achaques sobre su cráneo. La muerte del faraón precedió a la derrota final de los hicsos luego de la caída de Avaris, bastión de poder del invasor en las tierras del Alto y Bajo Egipto. Los debates en torno a la muerte exacta del faraón han discurrido desde una conspiración palaciega que no encuentra mayores defensores en la actualidad hasta la propuesta de un deceso en batalla o muerte ceremonial tras su captura y caída en desgracia. Estos debates pusieron en tensión no solo las interpretaciones posibles en materia de causas del deceso, sino que también han permitido cuestionar conceptos en torno a las propias categorías con las cuales se denominaba homogéneamente a los “asiáticos”, o la circulación, difusión y apropiación de las hachas entre la población egipcia y extranjera por igual y el uso de “los otros” (el extranjero, el diferente) en los ejércitos compuestos por un “nosotros” (sea la óptica egipcia o la del hicso). Estos estudios implicaron el uso de la medicina moderna, la arqueología, la historia y la antropología para poder reconstruir los hechos y dar una posible respuesta al interrogante que esboza el título de esta Columna.
David Basano
Bibliografía:
-Matić, U. (2024). Ethnicity of the Hyksos Forces and the Death of Pharaoh Seqenenre Tao. Issues in Ethnology and Anthropology, 19(3). https://doi.org/10.21301/eap.v19i3.5.
- Mayans, C. (2022). El faraón Seqenenre-Taa II fue ejecutado tras ser capturado en combate. Historia National Geographic. Recuperado de https://historia.nationalgeographic.com.es/a/faraon-seqenenre-taa-ii-fue-ejecutado-tras-ser-capturado-combate_16370.
- Moraes, C., & Habicht, M. (2024). A Aproximação Facial Forense de Seqenenre-Taa-II (c. 1558-1553 a.C). OrtogOnLineMag. Recuperado de https://revistagalileu.globo.com/ciencia/arqueologia/noticia/2024/06/brasileiro-recria-face-a-partir-de-mumia-do-farao-seqenenre-taa-ii.ghtml.
- Saleem, S. N., & Hawass, Z. (2021). Computed Tomography Study of the Mummy of King Seqenenre Taa II: New Insights into His Violent Death. Frontiers in Medicine, 8. https://doi.org/10.3389/fmed.2021.637527.
- Tarancón Huarte, N. (2017). La caída de Avaris: Historiografía de la lucha egipcia contra los hicsos. Antesteria, 6, 25–36.
- ten Berge, R. L., & van de Goot, F. R. W. (2002). Seqenenre Taa II, the violent death of a pharaoh. Journal of Clinical Pathology, 55(3), 232. https://doi.org/10.1136/jcp.55.3.232.
[1] Los restos del faraón fueron encontrados en la cachete de Deir-el Bahari en el año 1881, que se conoce como la Tumba Tebana 320 (TT320); el cuerpo del monarca se encontraba junto a varias momias reales que habrían sido relocalizadas de su lugar de descanso en el Valle de los Reyes para evitar su posible saqueo. En torno al cuerpo del gobernante se esbozaron interpretaciones de que habría sido embalsamado con cierta premura, ello debido a un avanzado estado de descomposición cuando se comenzaron las labores de los embalsamadores.
[2] La idea de una “caída en combate” presupone que el faraón pudiera hallarse subido al carro de combate durante la lucha, lo que indicaría el ángulo del golpe sufrido para tumbarlo y finiquitarlo.
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