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Pablo Javier Coronel

Guevarismo, un balance necesario

A 52 años del Asesinato del Che Guevara en la escuela del pequeñísimo poblado de La Higuera, nos cuestionamos sobre la trascendencia de la figura que revolucionó la década del ´60 en América Latina y el mundo.

El 9 de octubre, tras pedir instrucciones al gobierno boliviano y a la CIA, se ejecuta a Ernesto Guevara después de pasar una noche como prisionero. La vida del Che, ya abordada en otros artículos lleva a un laberinto de caminos que se entrecruzan pero que tienen el mismo punto de llegada: La Revolución. Su objetivo máximo era, contra las cupulas del comunismo mundial, extender el cambio social a todo el mundo. Y es que, en el mundo soviético, las ataduras de la coexistencia pacífica necesaria para el desarrollo técnico y económico de la URSS impedía el alzamiento generalizado de los países del denominado Tercer Mundo. Los enserpentados caminos llevaron al Che a Bolivia, corazón de América Latina para desarrollar su estrategia foquista. El aislamiento político, la escasez de recursos y el poco apoyo popular que pretendía suscitar sobre una tierra inhóspita para la causa revolucionaria lo llevaron a un fracaso previsible.


El asesinato del argentino-cubano en manos del ejercito boliviano abrió una nueva etapa de la historia para los revolucionarios de América Latina. Su muerte, lejos de frenar o desmoralizar a sus seguidores, fue el chispazo que encendió los polvorines de la injusticia social y las desigualdades del continente. Los partidos políticos afines a la experiencia cubana y el socialismo pusieron en marcha la estrategia foquista en sus pequeñas patrias. Así es que nacen y se fortalecen las estructuras guerrilleras del PRT-ERP (Argentina), MIR (Chile), MLN-T (Uruguay), ELN (Bolivia), etc.


En esta primera etapa del guevarismo, los partidos revolucionarios tomaron el legado foquista de la figura que los inspiraba, así como de diferentes teóricos como Regis Debray o Fanón. Su acción era comprendida como de “Guerrilla Urbana”, una derivación de la “Guerrilla Rural” que habían propuesto estos intelectuales, corriendo el territorio de la selva natural a la selva de cemento. Las experiencias fueron muy disimiles en cada uno de los países, pero terminaron casi inexorablemente en un fracaso rotundo al movilizarse el aparato represor de los ejércitos nacionales en su contra. La tradición foquista termino por morir o desaparecer.


Hoy en día, el guevarismo queda reducido a un puñado de partidos revolucionarios que prefieren tomar su ejemplo voluntarista y recuperar su producción intelectual. Ernesto Guevara siempre distinguió entre teoría y praxis, posicionándose a si mismo en la segunda opción. Sin dudas el ejercicio transformador es necesario pero lo que los militantes de hoy en día olvidan es que detrás de Guevara había una sólida teoría que lo respaldaba: el socialismo científico. Los postulados voluntaristas y la acción concreta tienen poco peso si no concentran una dirección concreta.


La figura del Che ha quedado reducida a su heroicidad y la firmeza de sus convicciones, que puede que sean compartidas, pero no son sopesadas en su contexto integral. Sin teoría no hay praxis y sin praxis no hay cambio social. Recuperar la figura del Che es todavía hoy un desafío, recuperarla en su integridad, recuperar sus publicaciones económicas, sociales, culturales, etc. reconocer al guerrillero y al humano. Esa es hoy la tarea de quienes levantan hoy en día su bandera.

Pablo Javier Coronel

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