La Historia del vínculo Sudáfrica – Israel
Tras el 8 de mayo, día de las sextas elecciones generales en Sudáfrica desde la llegada de la democracia al país en 1994 y el final del apartheid, el African National Congress (ANC) resultó ganador. Si bien no debería sorprender que siga dominando el panorama político local como hace un cuarto de siglo, lo cierto es que lo hace con el peor resultado desde hace 25 años y con una oposición que va reforzando su posición. El 25 de mayo, Cyril Ramaphosa asumió nuevamente la presidencia nacional. Ramaphosa llevaba más de un año en el cargo tras reemplazar a Jacob Zuma, quien tuvo que renunciar exigido por el ANC con amenaza de un juicio político en su contra.
En este contexto, en materia de relaciones internacionales, en las últimas semanas se ha producido un claro retroceso en la relación Sudáfrica-Israel. El ANC viene denunciando a dicho Estado en relación al trato a la población palestina y comparando sus actitudes y prácticas racistas con cierta semejanza a las que propinó el apartheid a la mayoría de población sudafricana previamente a 1994. En consecuencia, la escalada de violencia en Gaza ha provocado un efecto unívoco en la diplomacia sudafricana: la Ministra de Relaciones Internacionales y Cooperación, Lindiwe Sisulu, anunció a comienzos de abril la degradación de la Embajada de su país en Tel-Aviv, convirtiéndola en una oficina de enlace con bastantes limitaciones y con el retorno del embajador a Sudáfrica, sin reemplazo. La Ministra siguió la directiva emanada del plenario mayor del ANC, reunido en diciembre de 2017. El proceso se encuentra abierto y el gabinete no lo ha aprobado en su totalidad, si bien el partido respalda a Sisulu.
1994, divisoria de aguas
El Estado de Israel, instaurado en mayo de 1948, fue reconocido rápidamente por el gobierno sudafricano y las relaciones fueron muy fluidas desde entonces, siendo Israel un importante socio estratégico y aliado en el sur africano. En efecto, entre principios de la década de 1970 y por 20 años, Israel fue por lejos el principal proveedor militar y asesor en temas de seguridad del apartheid, con un intercambio bilateral estimado en 10.000 millones de dólares. Cuando el conflicto palestino-israelí escaló, sobre todo en 1973 con la guerra árabe del YomKipur, la mayoría de los Estados africanos ya había cortado relaciones con Israel, pero no Sudáfrica y sus tres satélites. Pese al aislamiento internacional del régimen sudafricano, acentuado a partir de 1975 (pese a que algunos países volvieron a restablecer relaciones en los años 80), el país de Medio Oriente siguió apoyando al sudafricano.
Sin embargo, el fin del régimen de segregación racial cambió el posicionamiento de Sudáfrica en numerosos aspectos, y uno fue la relación con Israel. 1994 marcó la ruptura del vínculo tan férreo entre ambos Estados. La Sudáfrica democrática emergente comenzó a cultivar relaciones con enemigos tradicionales de Israel: Irán, Libia, Iraq, Siria y a producir y exportar armamento, lo que colocó a Israel en una actitud muy prudente hacia el nuevo régimen instalado. La emergencia de otros actores poderosos, como China e India, dio motivos a Israel para interesarse menos en su antiguo y principal aliado en África.
Desde 1994 las relaciones entre Israel y Sudáfrica se enfriaron. Por ejemplo, en 2012, el gobierno del país africano ordenó prohibir las etiquetas de productos “Made in Israel” en reacción a la política israelí de ocupación de territorios. En respuesta, el Ministro de Asuntos Exteriores de la nación asiática culpó a la sudafricana de continuar con la política del apartheid y manifestarse en contra de su país. En los círculos sudafricanos, esa acusación causó sorpresa y hasta burla, pues a partir de 1994 el régimen de Pretoria giró de una férrea alianza a una posición neutral frente al conflicto palestino-israelí. Es más, al momento de ser el ANC oposición anti-apartheid, la agrupación abrigó simpatía por la causa palestina y no lo disimuló. Sumando otro episodio, en noviembre de 2013 el Ministro de Relaciones Internacionales y Cooperación sudafricano anunció que los agentes de su gobierno no visitarían Israel en solidaridad con Palestina. La respuesta de su par israelí fue recomendar que la población judía en el país africano lo evacuara temiendo el enrarecimiento del clima y la posibilidad de pogroms. Para varios referentes judíos de Sudáfrica la declaración anterior fue cuando menos alarmista.
En un plano más general, Sudáfrica, de ser un aliado incondicional israelí hasta 1994, salió de su estado de paria internacional y, enfrentando la hegemonía occidental, comenzó a tender relaciones con China, Rusia, India, Brasil y varios de los países del mundo árabe-islámico. Siguiendo esa línea, como potencia continental, al país austral le fue más conveniente establecer relaciones con países africanos antes que con Israel, además de buscar alianzas con otros países asiáticos más allá de las superpotencias China e India. De todos modos, no obsta lo anterior a que Sudáfrica mantenga vínculos estrechos con algunas de las economías industrializadas del Norte que proveen, entre otros ítems, accesos preferenciales para algunas de las exportaciones sudafricanas. Además, Sudáfrica busca protagonismo internacional, como al ser incluida en el bloque BRICS hace menos de una década, grupo de países que si bien muestra simpatías con la causa palestina también mantiene relaciones con Israel.
Guerra en casa
La decisión de la Ministra Sisulu, hija del famoso matrimonio activista anti-apartheid, ha provocado la ira de gran parte de la comunidad judía sudafricana y en un principio, pero ya descartado, el miedo de la funcionaria a ser apartada de su cargo tras la asunción del segundo mandato del reelecto Ramaphosa y la presentación de un nuevo gabinete. El movimiento de degradación de la Embajada sudafricana en Israel puede ser visto como una reacción (algo tardía) al reconocimiento estadounidense de Jerusalén como capital israelita, a fines de 2017. Por el momento, Israel no ha modificado su posición diplomática en Sudáfrica.
Si el proceso de ruptura de las relaciones avanza, uno de los miedos del mandatario reelecto es que muchos integrantes judíos de la comunidad de negocios, desafectos por la decisión inicial, tomen represalias. Por su parte, más de 60.000 personas han firmado una petición exigiendo el restablecimiento de la Embajada en Tel Aviv y la no degradación de su rango. Uno de los argumentos que se le critica a la decisión tomada es que primero debe ser discutida en el Parlamento y luego ser adoptada por el gabinete, no por una Ministra. Otra forma de cuestionarla es que aleja a Sudáfrica de la política en Medio Oriente y con ello de sus propios intereses, como la posibilidad de captar inversión extranjera. Sin embargo, en defensa de estos cambios en la diplomacia, los grandes sindicatos aliados al gobierno sudafricano advirtieron que las críticas de los líderes judíos más que nada tratan de provocar divisiones en el seno del anterior y del ANC. Un importante referente de la comunidad judía local calificó a la Ministra Sisulu de única y gran enemiga de dicho grupo.
Por el momento, si no hay un cambio de orientación en la política israelí hacia la población palestina, la situación no se revertirá. Esa fue la explicación reciente de Ramaphosa.
Omer Freixa