Nicaragua después del FSLN
Para comprender el marco de aplicación de las reformas neoliberales en Nicaragua, es necesario observar que en el año 1990 el partido de la Revolución Nicaragüense, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), pierde las elecciones generales contra la Unión Nacional Opositora (UNO). En consecuencia es Violeta Barrios Chamorro quien se hará cargo de la presidencia como cabeza de una coalición de partidos representantes de la alta burguesía donde antiguas fracciones del Partido Liberal y del Partido Conservador se unen en frente al gobierno revolucionario. Esta victoria se da de forma inesperada para el FSLN y se entiende como consecuencia de la dolorosa guerra civil frente a los “Contras” y la consecuente crisis económica que devino de aquel enfrentamiento.
Al igual que en el resto de América Latina y respondiendo a sus propias particularidades, el gobierno de Violeta Chamorro, comienza a aplicar las reformas políticas y económicas para detener la hiperinflación. Dice Spalding que “redujo drásticamente el tamaño y el papel del Estado a través de la privatización y las despedidas masivas. Financiación renovada desde los EE.UU. proporcionaba fondos para el Plan de Conversión de Oficios introducido en 1991 para proporcionar indemnizaciones de hasta $2.000 a los funcionarios que abandonaron el empleo público (…) se redujo desde unos 285.000 a unos 89.000 trabajadores”[1]. Además, se transfirieron las empresas, bancos y tierras pertenecientes a la órbita del Estado al sector privado. Por su parte, se expandió la Zona de Comercio Libre y se transfirieron el control de las políticas económicas al FMI[2]. En este sentido, se abandonan los sectores productivos en beneficio del capital extranjero internacional.
A partir de 1990, pero fundamentalmente de 1996, el sistema político nicaragüense en su conjunto se aglomera tras el paradigma neoliberal y comienzan a realizar un entramado de pactos entre las dirigencias de los diferentes partidos. Es interesante el rol que comienza a cumplir el FSLN como opositor a partir de la derrota electoral. Algunos puntos culmines en su historia post-1990 son, en 1994 cuando se dividió el frente entre una corriente denominada “principista” (la Izquierda Democrática de Daniel Ortega) y la “renovadora” (que formaron el Frente Renovador Sandinista detrás de Sergio Ramírez). Los primeros apoyaban una postura confrontativa ante el gobierno, mientras los segundos, que pertenecían a la Asamblea Nacional, bregaban por la generación de acuerdos con las demás fuerzas políticas. La fracción de Ortega fue finalmente vencedora y terminó embarcándose en la lucha electoral para recuperar poder.
Un segundo momento del FSLN, sin embargo, hace virar la estrategia electoral por un pragmatismo negociador con los nuevos gobiernos que sucedieron a Chamorro a partir de 1996. Esta nueva estrategia se basó en “desarrollar, por un lado, una actividad opositora frontal en la calle y en la AN contra políticas e iniciativas del presidente de la Republica y, por el otro, negociar posteriormente acuerdos con el mismo Ejecutivo a cambio de la obtención de cuotas de poder y de la capacidad de cambiar normas”[3]. Esto se observa en lo que se llamó “El Pacto” del FSLN con la administración Alemán, lo cual genero las condiciones para crear un bipartidismo funcional a ambas fuerzas políticas que terminó siendo capitalizado por el sandinismo, a la hora del quiebre entre Bolaños y el presidente anterior, en las elecciones del 2006. En este sentido, se observa como el FSLN termina siendo un partido más del sistema político que avala en gran medida en la Asamblea Nacional cada una de las reformas neoliberales.
Pablo Javier Coronel
Citas y Bibliografía:
[1] Spalding, Rose J. (2009) “Las políticas contra la pobreza en Nicaragua”, en Salvador Martí i Puig y David Close. Nicaragua y el FSLN (p. 355), Barcelona, Edicions Bellaterra.
[2] Ibídem p. 355-356
[3] Martí i Puig, Salvador (2009) “El Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), 19802006. Análisis de una mutación”, en Salvador Martí i Puig y David Close. Nicaragua y el FSLN (p. 45), Barcelona, Edicions Bellaterra.