El Legado Inca en el Noroeste Argentino
La región del NOA constituye un espacio singular cuya entidad es el producto de una construcción histórica. La ocupación de sus ambientes por partes de civilizaciones sedentarias contribuyó a una temprana transformación de sus espacios, dejando improntas sociales, económicas y culturales. El desarrollo de la actividad agrícola en la Quebrada de Humahuaca en el contexto del Capitalismo global, conservan antiguas prácticas como un legado cultural que atiende una relación sustentable con el ambiente.
INTRODUCCIÓN
El Noroeste argentino (NOA) como unidad territorial alcanza su categoría institucional de región geográfica durante la década de 1960 en el contexto de las políticas desarrollistas, con la puesta en marcha del “Sistema Nacional de Planeamiento y Acción para el Desarrollo”, a partir de la sanción de la Ley Nº 19964 del año 1966.
La regionalización es un proceso de clasificación del espacio de acuerdo a las características propias que lo hacen diferente a los espacios periféricos, otorgándole como unidad espacial singularidad y jerarquía. Cada región dentro de su propio espacio establece una estrecha y dinámica relación entre sus elementos naturales y humanos que cambia a lo largo del tiempo, dando como resultado distintas configuraciones que representan el momento histórico que atraviesan.
En este sentido los conceptos de región y territorio como categorías de análisis suponen un intento de identificación, delimitación y singularización de ámbitos geográficos; pero es importante destacar que en las regionalizaciones la observación radica en la diferenciación geográfica, mientras que en las “territorializaciones” la atención está puesta en el control del espacio. El territorio se construye mediante una determinada relación social: la territorialidad establece una estrategia orientada a afectar y controlar recursos y personas en un área identificada, apropiada y delimitada (Raffestin 1980; Sack 1986; Lopes de Souza 1995). En este sentido un territorio como entidad geohistórica puede concebirse a la vez como una región, si los entendemos como un espacio diferenciado. Una región es entonces cualquier espacio donde ante todo se resalta un tipo de diferenciación; y un territorio es una región en la que se focalizan las diferenciaciones definidas a partir de las relaciones de poder.
La regionalización de un espacio implica su fragmentación a partir de un criterio determinado desde el cual se establece el análisis. La región económico-política atiende a las desigualdades espaciales que surgen por el avance del modo de producción capitalista. Aquí el espacio es concebido como una construcción social y, por lo tanto, resultado de un conflictivo proceso histórico surgido a partir del desarrollo de un sistema económico imperante. Cada región del presente, es el resultado de un proceso pasado y “en su conformación estuvieron activos elementos de formaciones geográficas pasadas, que hoy son relictos presentes en nuevas entidades emergidas, que a su vez se están transformando permanentemente en un proceso abierto y contingente, y, a posteriori, eventualmente, se constituirán en relictos de regiones futuras, en rugosidades” (Santos 1988).
El Noroeste Argentino (o región del NOA), constituye una de las regiones concebidas a partir de un criterio Estadístico.
En los diez Censos generales de población realizados en la Argentina a partir de la segunda mitad el siglo XIX la información estadística obtenida, es analizada y organizada por provincia. Después del censo de 1947, se establecieron las regiones geográficas teniendo en cuenta las similitudes que presentaban los datos estadísticos de algunas provincias y la presencia de circuitos productivos que actúan como nexo entre cada uno de sus territorios (ver Fig. Nº 1).
Figura Nº 1. Regiones para la publicación de estadísticas del Instituto
Nacional de Censos y Estadísticas, INDEC (extraído de: Colección
Educ.ar)
DESARROLLO
La región del NOA conformada por las provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, Tucumán, La Rioja y Santiago del Estero se asienta en un ambiente de montañas, valles y quebradas; donde predomina un clima árido signado por una desigual distribución de las precipitaciones en el área. Las quebradas son las vías de comunicación de esta zona, de origen habitualmente pluvial, con formas de valles alargados y angostos. De sur a norte las más significativas y atractivas son la Quebrada de Humahuaca, la del Toro, que asciende de sureste a noroeste colocándose en comunicación los Valles Calchaquíes con la Puna de Atacama, Las Flechas y Santa María- Guachipas. (Ver Fig. Nº 2)
También se encuentran extensos valles en zonas allanadas y de abundantes precipitaciones, en los cuales se realizan cultivos intensivos y se asientan importantes ciudades, como Salta y San Salvador de Jujuy. Los más conocidos son el Valle de Lerma en Salta, el de Jujuy, los Valles Calchaquíes y Campo Santo.
Figura Nº 2: principales estructuras de relieve del NOA
La configuración del ambiente en la región establece una perspectiva dinámica del espacio en distintos contextos.
El Ambiente es un sistema complejo que resulta de la interacción entre sistemas sociales y naturales. En este análisis surge el concepto de recursos naturales ya que es la sociedad, a partir de los medios de que dispone, la que le otorga valor a ciertos elementos de la naturaleza que le permiten satisfacer sus necesidades, convirtiéndolos en recursos. Dicha valoración cambia a lo largo del tiempo, según los niveles tecnológicos, las políticas vigentes y los principios ideológicos y éticos. (…) El Ambiente es una compleja trama de relaciones sociales, políticas y económicas que imponen una determinada forma de vinculación con la naturaleza” (Zenobi, V. 2009).
La construcción del ambiente de la región constituye un proceso histórico, político, social, económico y cultural cuyas raíces se remiten a la presencia del Imperio Inca en la región. Los pueblos asentados en los valles y quebradas del NOA eran sedentarios y entre ellos se destacaban los omaguacas radicados al Norte mientras que en el corazón de la región vivieron los diaguitas. Estas culturas que recibieron fuerte influencias de la civilización incaica practicaban la agricultura en andenes de cultivo con riego artificial, criaban animales y vivían en aldeas con fuerte lazos comunitarios gobernados por jefaturas. Los caciques fueron los encargados de recolectar los tributos que se enviaban a Cuzco.
La llegada de los españoles a fines del siglo XV encuentra al Imperio Inca organizado en ciudades estados que ocupaban los actuales territorios de Ecuador, Perú, Bolivia, Norte de Chile y el Noroeste argentino; donde desarrollaban una fuerte economía centrada en la agricultura. El centro político radicado en la ciudad de Cuzco gobernaba el Tahuantinsuyu (que significa “cuatro regiones unidas entre si”), en alusión a las cuatro partes en que se dividió el imperio; donde el Noroeste argentino quedo incorporado al denominado collasuyu.
La agricultura como la principal actividad económica se caracterizaba por una organización centralizada y la práctica de técnicas sustentables. Las tierras de cultivos eran distribuidas por el Estado; tanto las tierras del Inca, las del Sol (ambas trabajados por los campesinos) como las tierras de los ayllus (entregadas en propiedad a familias campesinas), debían pagar tributo con productos o trabajo. El excedente de producción era almacenado en depósitos y constituía una tarea de la comunidad campesina.
Las técnicas agrícolas utilizadas comprendían los pisos ecológicos, es decir distintos espacios geográficos o ambientes con variadas altitudes en el relieve y los trabajos de labranza diferían según las condiciones ecológicas (Ver Fig. Nº 4). Los canales y acequias se implementaron como sistema de riego, el guano se convirtió en el principal fertilizante, las terrazas de cultivos eran construidos sobre las laderas de las montañas y en las yungas se empleaba el sistema de roza y los camellones entre otros (Ver Figuras).
El Estado inca en la región distribuía distintos cultivos como la papa, el maíz, quínoa, calabaza y algodón. Las llamas y las alpacas fueron domesticados, en ambos casos aprovecharon su lana para tejidos y como animales de carga. En los ayllus campesinos se practicaba la minga, es decir una ayuda comunitaria y distribución del cultivo entre todas las familias por partes iguales.
Figura Nº 3: Cultivos en terrazas
Figura Nº 4: Sistemas de riego en terrazas
Figura Nº 5: Acequias
La obligación de trabajo no era individual, es decir que la cuota trabajo se asignaba a la unidad domestica y por encima de esta estaba el ayllu o la aldea. “La reciprocidad aldeana se manifestaba en la vida cotidiana: el Cuzco proporcionaba alimentos para los campesinos mientras laboraban, y ellos no eran responsables de la suerte que corriera la cosecha.; todo lo que debían dar era su esfuerzo, todo lo producido por esta cosecha era alimentado por el Estado” (…) (Murray, J. 1979).
Con la llegada de los españoles muchos de los indígenas pasaron a trabajar para los encomenderos y en el NOA la mano de obra indígena fue explotada en las minas de Potosí, el principal centro económico del Virreinato hasta el siglo XVIII, cuando el circuito comercial se reoriento hacia el Virreinato del Río de la Plata con la explotación ganadera en la región pampeana.
En la actualidad el NOA es una región con un importante número de descendientes de los pueblos originarios, en su mayoría población colla. Esta población se ha mestizado desde la época colonial con europeos y esclavos africanos, aunque en algunos espacios de la Puna jujeña, se mantiene el tronco originario. Las fuertes raíces culturales sustenta en la actualidad la vigencia de los cultivos prehispánicos y los sistemas de producción utilizados por sus ancestros.
En la Quebrada de Humahuaca durante el siglo XX surgieron explotaciones en yacimientos de plomo, zinc y plata junto a la actividad agrícola viñas, árboles frutales, cereales, legumbres y hortalizas en fincas organizadas junto al Río Grande.
La Quebrada de Humahuaca: un lugar en la NOA
La Quebrada de Humahuaca como un emblema del NOA concentra en su configuración territorial la historia, el ambiente, la cultura; es decir, el pasado y el presente de la región. Durante la etapa colonial funcionó como ruta natural de intercambio entre las tierras altas y las tierras bajas, llegando incluso al Océano Pacífico; y de Norte a Sur, entre la región de Lípez en la actual Bolivia con la llanura pampeana.
Con el nombre de Quebrada de Humahuaca se hace referencia al valle que forma el río Grande en una parte de su recorrido por la provincia de Jujuy, al Norte de la capital provincial (San Salvador de Jujuy). A lo largo de este valle, se ubican algunas localidades entre las cuales se destacan Humahuaca, Tilcara, Maimará, Volcán, Huacalera y Tumbaya y áreas dedicadas a actividades agrarias que aprovechan las aguas del río Grande para riego. Estas localidades se encuentran conectadas entre sí, con la capital provincial y con el resto del país y el Sur de Bolivia a través de la Ruta Nacional 9 cuyo trazado acompaña el recorrido del río y constituye la principal vía de circulación
La población en la Quebrada se dedica a actividades económicas que antes eran de mera subsistencia y que hoy se insertan en el mercado regional y nacional, como la producción hortícola y la ganadería de altura. Con excepción de algunas formas empresariales de producción que se desarrollaron en las últimas décadas vinculadas con la expansión hortícola, la estructura agraria se caracteriza por la presencia mayoritaria de pequeños productores familiares de filiación indígena que se dedican a la agricultura o a su combinación con la ganadería. El conjunto de pequeños productores quebradeños es muy heterogéneo, pudiendo encontrarse aquellos que orientan su producción al mercado (productores hortícolas del sector central del fondo de valle), aquellos que tienen una inserción parcial al mercado (en el sector sur y norte del fondo de valle y quebradas transversales) o bien, que orientan su producción predominantemente al autoconsumo (poblaciones en zonas de altura). Todos estos productores, en mayor o menor medida, recurren al mercado laboral (generalmente local o provincial) para complementar sus ingresos. (Arzeno, M. y Troncoso, C. 2012).
Las explotaciones agropecuarias se caracterizan “por tener límites imprecisos o carecer de ellos. Por diversos motivos, no están delimitadas las parcelas que la integran y por lo general forman parte de una unidad mayor. En esta categoría existen diferentes modalidades de tenencia: campos comuneros, comunidades indígenas, parques nacionales, otras tierras fiscales y privadas. Los sistemas productivos se constituyen a partir de los ambientes diferenciados, pero además influyen aspectos históricos y culturales, en una suerte de imbricación o superposición de prácticas agropecuarias, las culturales locales y las prácticas modernas, orientadas al mercado”.
El sistema de producción tradicional, altamente flexible y adaptable, presenta prácticas agropecuarias distintivas que datan de varios siglos en la región. La siembra de una importante diversidad de cultivos locales ha cobrado importancia en los últimos años, como puesta en valor de aquellos productos que han sido la base de la seguridad alimentaria de la región. El sello autóctono de las prácticas, la independencia de recursos externos en la producción; la capacidad de observación de la naturaleza y en la valoración de la cultura local; fortalece una menor dependencia de las economías de mercado (Golsberg, C. y otros. 2015).
La estructura productiva en la Quebrada desde el punto de vista tecnológico, está conformada por agricultores convencionales o mixtos como resultado de las interrelaciones que se generaron desde la colonia hasta la actualidad con las culturas locales. Caracterizada por su identidad andina, las superficies de cultivo no superan las dos hectáreas donde tiene lugar una agricultura de tipo familiar.
La incorporación de tecnología se hizo presente en las últimas décadas de la mano con el desarrollo de tecnologías agroecológicas para el manejo sanitario y nutricional de los cultivos, entre lo que se destaca: la selección de agentes de control biológicos de plagas y hongos fitopatógenos, el desarrollo de formulados artesanales de hongos entomopatógenos, antagonistas y la producción de abonos foliares (Bonillo, M. 2012).
El modelo de producción tradicional que aún perdura en las actividades productivas de la Quebrada es la consecuencia de la conquista y colonización dando origen a un modelo de producción con aportes de ambas culturas. El mismo consiste en una serie de prácticas agrícolas con las siguientes características:
La minga como forma de trabajo comunitario para la siembra
La aplicación de fuerza animal para los trabajos de labranzas (bueyes, asnos, etc.).
Las chacras producen cultivos consociados (maíz, acompañado de poroto, girasol con zapallos o quínoa).
La aplicación de abonos orgánicos a las tierras, en general guanos, estiércol proveniente fundamentalmente del ganado menor.
la siembra manual en suelo húmedo con la asistencia de animales de tiro para tapar las semillas.
La siembra de semillas siempre de a pares. Nunca se siembra una semilla sola.
El manejo del agua de riego como una forma de justificar las plantas.
La diversidad como tradición de respeto al ambiente.
La utilización de formas caseras y rituales para el control de plagas y enfermedades.
La observación de señales de la naturaleza, la luna y los astros para la toma de decisiones o la aplicación de una práctica determinada.
La selección de las propias semillas y su renovación periódica en ferias de trueque.
La rotación de cultivos y el descanso de terrenos.
Todas estas características que aún hoy se mantienen, son las bases de un desarrollo sustentable, desde la cosmovisión de los pueblos originarios de los Andes. (Rodríguez, J. 2009).
La región del NOA se ha desarrollado de la mano de antiguas civilizaciones que contaron con importantes avances en materia de agricultura. Estas culturas (hoy denominados Collas) constituyen uno de los pueblos originarios más numeroso de la Argentina, que ha logrado sobrevivir en mejores condiciones como un actor hacedor de su propio ambiente desde el cual pudo salvaguardar el legado más valioso de sus ancestros: la identidad y su cultura.
CONSIDERACIONES FINALES
La región del NOA como un espacio con entidad propia es el producto de un proceso social, político, económico y cultural que trasciende distintos contextos históricos.
La radicación de los primeros pueblos sedentarios sustanció las primeras transformaciones sociales desde la observación y contemplación de la naturaleza, dando origen a su ambiente con una fuerte impronta. Con la llegada de los europeos nuevos intereses sustancian la intervención en la región, configurando al mismo espacio en un nuevo contexto.
La Quebrada de Humahuaca como un espacio representativo de la región ofrece al mercado Capitalista global productos agrícolas regionales producidos con técnicas y modos de producción que han trascendido el tiempo, como una manera de salvaguardar la identidad, su cultura, las tradiciones y el respeto por el ambiente.
En el contexto de un mundo signado por el desarrollo desigual, los productores de este lugar en el NOA conservan de una antigua Civilización el legado de los valores, que la modernidad ha perdido.
Edgardo Salaverry (UNLP)
Viviana Fernández (UNLP)
BIBLIOGRAFÍA
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