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Pablo Javier Coronel

Volver a los '90

Comúnmente se teme “Volver a los `90” en la Argentina ¿Pero por que? En el siguiente articulo enunciaremos las principales políticas durante los diez años de gobierno menemista. Economía, trabajo, política, sociedad y relaciones internacionales serán los temas a desarrollar.

En la década del ’90 el patrón de acumulación de capital de la Argentina va a sufrir drásticas transformaciones. “El endeudamiento público externo actuaría como una fuente neta de riqueza social, que alimento la acumulación argentina del capital”[1], ésta frase tomada del trabajo de Iñigo Carrera “La formación económica de la sociedad argentina” nos da la idea de cuál será este nuevo patrón. Éste autor, observa que hasta ese momento el endeudamiento externo había sido auxiliar de la producción de la renta agraria y que había facilitado el desarrollo de esta misma y que en esta etapa el hecho de que el estado argentino se presente como un deudor insolvente, indica que la multiplicación del crédito recibido tiene su origen en la multiplicación del capital ficticio que caracteriza la acumulación mundial de capital desde mediados de la década del 1970. “En consecuencia, el aumento del endeudamiento público volcado a su vez internamente por el estado nación, se ha constituido en vehículo para que los capitales industriales que operan dentro de la Argentina con sus escalas particularmente reducida alimenten su acumulación a expensas de los propietarios de dicho capital ficticio” (ya no de la renta agraria). A continuación vamos a observar cómo se desarrolla dicho proceso en el período de estudio antes mencionado.


El gobierno del Presidente Carlos Menem debió afrontar la pesada herencia que le dejaba Alfonsín con la hiperinflación. El mandatario sostenía que la crisis económica tenía que ver con la condición estructural del Estado Nacional. Para solucionar tal problema, se sanciono una ley de reforma del estado que marcó el comienzo del fin de los pilares de desarrollo preexistente al fijar el marco normativo para la privatización de gran número de empresas públicas, incluyendo las compañías de teléfonos, de aviación comercial, los ferrocarriles, los complejos siderúrgicos y petroquímicos, las rutas y puertos. Durante 1990 se concretaron las primeras privatizaciones, se acelero la apertura comercial y se suprimió el tratamiento fiscal que le daba ventajas a las empresas nacionales respecto a los capitales extranjeros. Pero aun así, la estabilización de precios no se pudo concretar, por eso en 1991 se sanciona la Ley de Convertibilidad que determinaba un tipo de cambio fijo (un peso por un dólar) y obligaba al Banco Central a mantener reservas en divisas capaces de comprar toda la base monetaria, al tipo de cambio que establecía la ley.[2] Este plan tuvo un éxito inusual, en palabras de Gerchunoff, en acabar con la inflación.


Entre 1990-94 se consolido la situación económica del país dejando en el olvido a la hiperinflación de la gestión anterior. Los avances en la reforma tributaria (recaudación del IVA y el impuesto a las ganancias), el combate a la evasión y el aumento del producto interno garantizaban ingresos crecientes al fisco y mejoraba la solvencia del sistema financiero. Esta situación permite al estado alcanzar un acuerdo global con acreedores externos mediante el Plan Brady. Este acuerdo permitió al gobierno solucionar su déficit en la balanza comercial negociando créditos con el exterior a bajas tasas de interés gracias a las políticas que brindaban estabilidad y confianza al sector financiero.

Otra de las medidas del gobierno fue la apertura del comercio de manufacturas extranjeras, con la absurda intención de que los bajos precios de estos productos produjeran un doble impacto: bajando los precios de la producción manufacturera nacional y aumentando la productividad para poder competir con la industria extranjera. La gran apuesta del gobierno era que el proceso de inversión que se había iniciado tuviera como resultado un incremento de productividad tal que, una vez considerados todos los incentivos fiscales, las empresas que producían en la Argentina podrían competir sin desventaja con el resto del mundo.[3] La productividad creció evidentemente pero a costa de los trabajadores que fueron despedidos o suspendidos para poder mantener el costo de producción lo más bajo posible para competir con los productos extranjeros.


Pero todo este horizonte de aparente prosperidad comenzaba a demostrar sus flaquezas. El Plan de Convertibilidad se demostraría ineficaz para reaccionar ante el llamado efecto Tequila. Los desajustes producidos en México impactaban fuertemente en una economía que intentaba mantener un cambio fijo. Es entonces cuando el gobierno de Menem reacciona con un nuevo plan de austeridad y reordenamiento financiero para poder firmar un nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional. El relativo alivio de la situación de México y la reacción favorable de los mercados llevaron a la reelección de Menem devolviendo la relativa estabilidad al mercado financiero argentino. Pero el mal ya estaba hecho y la caída de todos los indicadores del mercado interno y del crecimiento del desempleo generaron un caldo de cultivo que termino de quitar el apoyo de la sociedad al gobierno cuando en 1998 el default de Rusia volvía a demostrar la ineficacia de la Convertibilidad.


El cambio de gobierno en las elecciones de 1999 y la llegada al poder de una Alianza encabezada por el radicalismo en la figura de Fernando De La Rúa terminaba por demostrar el inconformismo de gran parte de la sociedad con el gobierno de Menem. El nuevo partido de gobierno, sin embargo, llegaba para continuar la política monetaria del gobierno anterior tratando de generar la confianza suficiente como para revertir la salida de capitales del país. Se intentaba generar la sensación de gran austeridad para recibir el apoyo del sistema financiero internacional. El 2001 sin embargo fue el año de mayor salida de los depósitos del sistema financiero a lo largo de una década. La crisis se cargaba dos ministros de economía en un mes y se terminaría designando a Domingo Cavallo nuevamente en el puesto como el único capaz de solucionar el problema de la Convertibilidad. Sin embargo sus soluciones terminarían haciendo explotar la situación. Para evitar la cesación de pagos y la devaluación se realizó un canje voluntario de deuda de corto plazo por otra de vencimientos más largos pero con intereses gravosos; el anuncio de una política de “déficit cero” según la cual los gastos se ajustarían mes a mes a los ingresos públicos; y otro canje de deuda que prolongaba aun mas los vencimientos, esta vez con intereses reducidos. Pero los depósitos estaban siendo retirados compulsivamente por la falta de confianza lo que llevó al gobierno de la prohibición del retiro de los mismos en el llamado “corralito”. En este momento la situación termina afectando al conjunto de la sociedad que termina derribando al gobierno de la Alianza en diciembre de 2001.


Este nuevo modelo económico viene a ser acompañado por una nueva forma de hacer política, donde los partidos políticos se desprenden de su base social y pasan a asociarse a los sectores más influyentes del establishment. Basualdo llamará este proceso “transformismo argentino” donde la corrupción para a ser una forma indispensable para distribuir los beneficios entre las empresas implicadas.


La sociedad argentina no va a ser ajena a la realidad que les toca vivir y reaccionará de la forma más contundente en las jornadas de diciembre de 2001 donde grandes masas compuestas por movimientos de desocupados, trabajadores, sindicatos y sectores de la pequeña burguesía se unen en una gran movilización nacional que logra destituir al Presidente. Es importante entender que este suceso no es espontaneo sino que se lleva a cabo por un proceso de lucha que se viene sosteniendo desde las primeras reacciones de Santiago del Estero del año 1993.

Las luchas y reivindicaciones de desocupados venían de una larga data desembocando en el 2001. La táctica de lucha de estos grupos se constituye en los llamados piquetes (cortes de ruta), puebladas y manifestaciones frente a edificios públicos. Esta nueva forma de lucha es descrita por Svampa, se resume en la formación del movimiento piquetero y cuenta con características que le son propias. El movimiento piquetero, tal como describe Oviedo, logro organizar a los desocupados pero nunca fue uno ni homogéneo sino que estuvo marcado por diferentes tradiciones organizativas y corrientes político-ideológicas.[4] Los reclamos de Cutral-Co y Plaza Huincul en 1996 que conformaron los primeros piquetes estuvieron formados, por ejemplo, por múltiples agrupaciones. Las hubo de tres tipos: sindicales (FTV y CTA), de partidos de izquierda (PO, Barrios de Pie, MTL, Movimiento Teresa Vive) y en torno a liderazgos de tipo barrial (MTD).


La pequeña burguesía se une a las jornadas de diciembre de 2001 no de manera espontanea, sino que se inscriben dentro de este largo proceso de lucha del movimiento obrero y aprendiendo de la experiencia de veinte años de luchas. Reaccionan después de que se perjudican sus intereses haciéndose parte del movimiento que llevé a la finalización de un modelo de acumulación que había desgastado a todo el país. La coyuntura posterior será motivo de análisis de otro artículo.


Pablo Javier Coronel




Citas y Bibliografia utilizada:


[1] Iñigo Carrera, Juan: La formación económica de la sociedad argentina, Imago Mundi, Bs. As., 2007. Capítulo 5: “Evidencias de la especificidad del proceso argentino de acumulación de capital”; pág. 84


[2] Gerchunoff, Pablo y Lucas Llach: El ciclo de la ilusión y el desencanto, Ariel, Bs. As., 2003; Capítulo X: “Grandes expectativas, grandes decepciones”; pág. 431


[3] Ibídem. Pág. 434


[4] Svampa, M.: La sociedad excluyente. La Argentina bajo el signo del neoliberalismo, Buenos Aires, Taurus, 2005, cap. 8 “Las dimensiones de la experiencia piquetera” pág. 238

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