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Pablo Javier Coronel

La "Nueva Izquierda" Argentina de los ´60

Proscrito el peronismo y con su máximo líder fuera del país, alentada por la revolución cubana, la sociedad argentina comienza a buscar respuestas en una “nueva izquierda” que empieza a asomar diferenciándose de los antiguos partidos comunistas y socialistas. La salida por soluciones más radicalizadas, se hace necesaria ante gobiernos militares y civiles que no representan al gran conjunto de la sociedad. Oscar Terán en “nuestros años 60” nos acerca una versión del llamado clima de época donde se palpa el descontento que se vive por el giro a la derecha del presidente que había llegado al poder como el representante del progresismo y apoyado tanto por peronistas como por comunistas. Arturo Frondizi vendrá a condensar las actitudes más represoras ante los primeros síntomas de ruptura de las alianzas. Dos gobiernos democráticos frustrantes y el advenimiento de una dictadura que pretende llegar para quedarse se presentan como hervidero para los hechos de 1969 en la ciudad de Córdoba. Los coletazos de un nuevo ciclo recesivo asoma en los ’70 y la izquierda se prepara de diferentes formas para enfrentar esta crisis. Esta nueva izquierda decide participar en todos los frentes posibles de organización, movilización y visibilización. A continuación, describiré las tácticas gremiales, armadas y el proyecto cultural de este nuevo espacio que se catapulta a las primeras planas después de mayo del ’69.

Una necesidad sustantiva de la nueva izquierda para consolidar su posición en las clases obreras de las cuales intentara ser representativa es en el eje gremial y sindical. Así es como los nuevos partidos formados a mediados de los ’60 como el caso del PRT e incluso el ala izquierda del peronismo como ser el movimiento Montoneros van a aumentar el grado de presencia en los complejos fabriles de Córdoba, Rosario y Buenos Aires. Como señala el texto de Hernán Löbbe, “La Guerrilla Fabril”, el desarrollo de una nueva conciencia de tipo clasista va a encontrar como principal enemigo, antes que a los patrones, a la denominada “burocracia sindical”. Entendida ésta última como “aquella capa burguesa del proletariado, parcialmente descalzada, que juega el papel de intermediario tolerado por el capital, en su lucha contra la clase obrera. Las practicas burocráticas y los dirigentes en la que dichas prácticas se encarnan forman la primera trinchera que deben vencer los trabajadores en el marco de su enfrentamiento con el capital.”[1] Es ésta burocracia sindical de tipo peronista la que iniciara una campaña sistemática de eliminación del activismo opositor recurriendo al arsenal completo que el sistema le ponía en mano. El autor se pone como eje de estudio el caso de la Zona Norte del Gran Buenos Aires en donde grandes conglomerados de jóvenes obreros se sumaban a la producción de las grandes fabricas recientemente instaladas y que tenían (los jóvenes) una actitud combativa ante el avance de las patotas y las burocracias. En este sentido, se contaba con tierra fértil para las condiciones ideológicas que alimentaban el sentimiento de clase necesario para hacer una lucha sincera y efectiva por el socialismo desde los puestos de trabajo. El éxito o la derrota de cada uno de los conflictos que se llevaron adelante no hicieron más que confirmar la necesidad de profundizar la estrategia de recuperación de los organismos de base fabril. En ese contexto las organizaciones de izquierda acentuaron el trabajo en esas zonas. Algunos de los casos que se mencionan como los de las empresas Fate, Astarsa y Electromecanica Argentina (EMA) son casos demostrativos de la situación antes mencionada.


La llegada de Perón al país lejos de descomprimir el conflicto sindical lo viene a potenciar con la sanción de la Ley de Asociaciones Profesionales. Dicha ley fue promulgada con el objetivo de otorgarle a las dirigencias sindicales burocratizadas un poder prácticamente ilimitado para controlar los organismos fabriles, espaciando no solo los mandatos de los dirigentes nacionales sino también la realización de las asambleas de afiliados. Asimismo, las direcciones centrales podían recurrir a acciones punitivas contra cuerpos de delegados y comisiones internas fabriles sin ningún criterio objetivo.


Como era de esperar, los partidos de izquierda reaccionan de manera inmediata. A comienzos de 1974 se reunió un primer plenario donde participaron algunos de los líderes más destacados como ser Agustín Tosco (Secretario General de Luz y Fuerza-Córdoba), René Salamanca (Secretario Gral. de SAMTA-Córdoba) además de los delegados de las zonas obreras del norte del GBA. El debate pasaba entre aquellos que impulsaban la constitución inmediata de una Coordinadora nacional y aquellos que sostenían que era mejor esperar que ciertos procesos maduraran. Pero antes de terminar el año se reúne el “Plenario Nacional de Sindicatos, Comisiones Internas, Cuerpos de Delegados y Comités de Lucha de gremios en conflicto” en la ciudad de San Miguel de Tucumán el 14 de septiembre. La muerte Perón había hecho despegar el conflicto interno en los sindicatos y el hueco de poder del presidente había sido llenado por el ala más dura de la derecha peronista, caracterizada por las persecuciones, desapariciones y asesinatos de opositores de izquierda.

En este plenario de decidieron las nuevas tácticas para enfrentar los embates del nuevo gobierno y se lleva adelante la creación de la Coordinadora Nacional de Gremios Combativos y Trabajadores en Lucha. En su comunicado final declara que procura coordinar la solidaridad más activa en defensa de los derechos de los trabajadores y que no se considera una CGT paralela. Sus objetivos son la defensa de los salarios justos y la plena vigencia de la democracia sindical; funcionara con una Mesa Nacional, Mesas Regionales y Mesas Zonales que serán las encargadas de determinar las medidas organizativas elementales, las movilizaciones y medidas de acción directa que surjan de las bases en cada lugar del país o a escala regional o nacional.


La importancia de esta herramienta de lucha es de suma importancia ya que en ella se logran reunir todos los frentes, movimientos y partidos de las más diversas ideologías de izquierda, ya sean peronistas, marxistas, trotskistas y hasta comunistas maoístas. Todas ellas eran participes de la vida cotidiana en las fábricas y desarrollaban estrategias de las más diversas. El PRT se había expandido gracias a su política de “proletarización” y la captación de simpatizantes obreros le permitiría contar con activistas en un gran número de fábricas. Su estrategia giraba en torno a la constitución de “comités fabriles” como centro de organización e irradiación política partidaria. El PO tenía delegados y miembros de la comisión interna en otro puñado de fábricas, mientras que el PST contaba con un incipiente trabajo sindical combinado con la proletarización de sus cuadros. La organización más importante según Löbbe era el JTP que contaba con agrupaciones en establecimientos metalúrgicos, automotrices, en el sector textil, químico, naval, del vidrio, ceramista, imprenta, alimentación, pintura y papel, áreas de servicio docentes, municipales, conductores de colectivos y ferroviarios.


La estrategia gremial fue muy clara y activa. La organización de las “bases” fue la prioridad de toda la izquierda para ganar adeptos a sus partidos y poder hacer frente al Estado, a las patronales y a las burocracias sindicales. La unidad del movimiento obrero, se manifiesta en lo que respecta a la coordinación de las acciones de lucha y de buscar un lugar descentralizado y democrático donde se pudiera expresar la voluntad final de los trabajadores en contra de la burocracia.


Otra de las estrategias usadas por las izquierdas más radicalizadas fue la lucha armada en sus diferentes expresiones e impulsadas por ideologías y sectores de los tipos más diversos. Los dos exponentes más representativos son, quizás, el movimiento peronista Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) como parte integral del PRT.


Comenzaré con la descripción del PRT-ERP de la autora Irma Antognazzi. El Partido Revolucionario de los Trabajadores se funda en 1965 como una corriente que expresaba su apoyo al mensaje de liberación latinoamericana de Ernesto Guevara y actuaba como el representante local del marxismo-leninismo. Empieza a ganar adeptos principalmente en los polos obreros de las provincias de Tucumán, Córdoba y Santa Fe. Había sido participe de algunas acciones militares y que toman dimensión e importancia después de 1969 y los sucesivos Cordobazo y Rosariazo volcándose definitivamente por la importancia de reforzar su brazo armado después de su V congreso de 1970 donde se crea el ERP como un ejército de línea con entrenamiento, grados militares y armamento para llevar adelante pequeñas escaladas de violencia con el objetivo de consumar la revolución socialista al estilo cubano. Su principal exponente era el comandante Mario Roberto Santucho, Secretario General del Partido y ejemplo de lucha, claridad ideológica y compromiso con la causa para sus compañeros. El grado de influencia en el movimiento obrero del PRT-ERP va en incremento hasta llegar a poder conformar en 1975 una compañía de monte en la selva tucumana que planeaba expandir la guerrilla rural.

Por otro lado, tenemos a las organizaciones peronistas que encarnan la llamada “resistencia peronista” en los 18 años de proscripción del líder del movimiento. Alentados por Perón pero también por voluntad propia la organización Montoneros fue el estandarte de la lucha armada del peronismo. Como relata Marín el período comprendido entre el Cordobazo y los movimientos de protesta social que se desencadenan hasta el ’71, la sociedad sentía la necesidad de contar con una fuerza capaz de desafiar los poderes del Estado e incluso sobrepasarlos. Si bien éste texto no hace referencia a una agrupación en sí, el texto de Guillespie logra poner el foco en Montoneros y es allí donde entendemos el desarrollo de la organización y vemos un antes y un después en su estrategia de lucha. Antes de la llegada de Perón al país habían sido una de las responsables de la salida de los militares ante la radicalización de su lucha en apoyo del líder del peronismo. La llegada de Perón, previa masacre de Ezeiza efectuada por la “derecha peronista”, produjo un cese al fuego y el cambio a una táctica parlamentarista con la creación de múltiples centrales políticas como es el caso de la JP (regionales), la Juventud Universitaria, la Juventud Trabajadora Peronista, la Unión de Estudiantes Secundarios, el Movimiento de Villeros Peronistas y la Agrupación Evita todas ellas conformaban la Tendencia Revolucionaria del Movimiento Peronista. Con la posterior expulsión, por parte del mismísimo General, del movimiento peronista, ésta agrupación se sintió a la deriva hasta la muerte del líder donde volvieron a las armas en contra de los “traidores” que habían ocupado el poder, provenientes de la derecha peronista.

La lucha armada conformó un amplio espectro de la sociedad y se presentaba como una nueva salida a las presiones ejercidas por la alta burguesía y los sectores más influyentes del imperialismo. Pero un complemento necesario y casi natural de este periodo fue el movimiento cultural de izquierda. Se vivía una nueva época social y algunos sectores culturales se acercaban a ella desde el compromiso político y la lucha desde su ámbito, ya sea en las obras como en galerías. Tal es el caso del FATRAC (Frente Antiimperialista de Trabajadores de la Cultura) que en las conclusiones de uno de sus documentos de 1971 relata “FATRAC, como organismo de trabajo político en el sector de la cultura intenta llevar a ese sector las expresiones ideológicas, políticas y estratégicas de los organismos que han comenzado en Argentina el proceso político militar de la guerra popular revolucionaria. Y se parte de la conciencia de que miembros de este sector tienen mucho que aportar a dicho proceso.”[2] Tanto Longoni como Balvé intentan determinar el lugar y el peso que ocupó esta organización en el desarrollo cultural de la izquierda y en qué medida los trabajadores de la cultura estaban relacionados con la política. Se confirma que el vínculo es único e indisoluble, la visibilización de la opción por la revolución y de las profundas injusticias sociales (en el caso de Tucumán Arde de 1968) son claros en el desarrollo cultural del FATRAC.

Todo este caldo de cultivo era insoportable para los sectores dominantes que se venían preparando desde hacía años para el exterminio final del movimiento de las izquierdas argentinas y que el 24 de marzo de 1976, una vez reducida la guerrilla durante el gobierno peronista, van dar el golpe de gracia al movimiento obrero.


Pablo Javier Coronel.

Citas:

[1] Löbbe, Héctor: La guerrilla fabril, Ediciones ryr, Bs. As., 2006; pág. 41

[2] “Los trabajadores de la cultura en el proceso de guerra popular” en Longoni, Ana: “El FATRAC, frente cultural del PRT/ERP”, en Lucha Armada nº 4, 2005.

Bibliografía Utilizada:

-Terán, O.: Nuestros años sesenta, La formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina, 1956-1966, Puntosur, Buenos Aires, 1991.

-Longoni, Ana: “El FATRAC, frente cultural del PRT/ERP”, en Lucha Armada nº 4, 2005.

- Balvé, Beatriz: “¿La fusión del arte y la política o su ruptura?. El caso de Tucumán Arde: Argentina 1968”, en Razón y Revolución nº 7, verano de 2001.

- Marín, Juan Carlos: Los hechos armados. Un ejercicio posible, Buenos Aires, 1988, La Rosa Blindada/PICASO, Bs. As., 1988.

-Antognazzi, I.: “La lucha armada en la estrategia política del PRT-ERP (1965-1976)” en Razón y Revolución 3, invierno de 1997.

- Gillespie, R.: Soldados de Perón. Los Montoneros, Editorial Grijalbo, Buenos Aires, 1987.

-Löbbe, Héctor: La guerrilla fabril, Ediciones ryr, Bs. As., 2006.

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