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Lisandro Rappetti

Nazismo y ecologismo

Martin Heidegger mencionaba que el trabajo del campesino sembrando con sus propias manos las semillas no erosionaba la tierra, como si lo hacían los tractores, se hablaba del cuidado de la naturaleza y pasmaba esa unión del hombre germano con la vida salvaje. Es famosa aquella imagen, anécdota de la historia, cuando le preguntan al filósofo alemán si quería ser el rector de la universidad de Berlín, en plena deliberación toma una decisión un tanto extraña en apariencia, corre hacia un granjero alemán amigo suyo que fumaba su pipa de elaboración propia con mucha dedicación y, sacando el mismo su propia pipa también de elaboración propia, le plantea el problema. Cuenta Heidegger que se produce un inmenso silencio y, el granjero levanta su mirada, sus ojos azules lo miran fijamente y se escucha la palabra… ¡NO!


La pregunta entonces es… ¿Era necesario este bagaje ideológico del cual forman parte Heidegger y Nietzsche en la búsqueda de ese famoso “espacio vital” del cual los germanos eran sus dignos descendientes o, era la justificación cabal para emprender una defensa biológica de los intereses de clase?


La escena podría ser la repetición de tantas otras, por un lado se ejecutan a cientos de personas acusándolas de ser “Hunter menschen”, por el otro, se hace un culto a la naturaleza en remembranza de un pasado que se añora, nutrido de figuras paganas. Pero por más dantesco que parezca esto, no es sino el ideal de la vuelta a la naturaleza por parte del nazismo. Para comprender de qué estamos hablando quizá debamos retroceder unos cientos de años, a la época en donde las rebeliones campesinas en contra de la opresión de los señores de la tierra en los reinos de Prusia eran moneda corriente.


Allá por la década de 1520 alrededor de 300000 campesinos se rebelaron contra los señores feudales y fueron violentamente reprimidos, esto no fue tarea fácil para los terratenientes quienes debieron enfrentar ejércitos de miles de hombres que se pronunciaban por la abolición de los derechos feudales y por la búsqueda de libertad. Finalmente fueron derrotados por los príncipes en una campaña que dejó más de 10000 muertos, mutilados y cegados, pero lo más trascendente es que tras la victoria, esta dejó una profunda huella en la futura sociedad germana.


La nobleza teutona tenía un profundo desprecio hacia la movilidad social, mucho más inclusive que la francesa y ni hablemos la británica, miraban con recelo los cambios propiciados por la incipiente burguesía y más adelante por la revolución industrial, pero mucho antes de esta inclusive, la apertura de nuevas rutas comerciales, como por ejemplo la ultramarina con dirección a América, conspiró contra los intereses de los campesinos en busca de su libertad y, fomentó la mirada aguda aristocrática. ¿Por qué?...


Veamos, las antiguas rutas comerciales germanas fueron entrando en declive con el comercio proveniente de América y, en consecuencia, muchas “nuevas” ciudades consideradas como baluartes de la libertad se contrajeron o incluso desaparecieron. Y esto creó una enorme dicotomía en el suelo germano, por una parte existía el oeste urbanizado y por el otro el este rural, por el cual se podía transitar por días sin ver algo muy distinto a un pequeño pueblo, donde no había otra cosa que extensos campos en arrendamiento. Para colmo de males en post de una futura liberación del campesinado, estos “males” se acrecentaron con la guerra de los 30 años[1], que dejó en un estado lastimoso al comercio urbano en post de la formación de los ejércitos germanos, a los cuales mediante impuestos gravosos tuvieron que mantener durante prácticamente toda la guerra. De allí que se derivase fortaleciendo la posición privilegiada de la aristocracia en contra de la burguesía próspera de las ciudades, que trajo consigo una disminución de la demanda de alimentos, lo cual provocó que muchos campesinos independientes se viesen obligados a vender sus tierras e inclusive a colocarse bajo situación de dependencia con el solo propósito de mantener su subsistencia. La nobleza local fue muy capaz en tomar partido de esta situación con la finalidad de imponer nuevas obligaciones en forma de alquileres y, servicios con el fin de poner freno a las inminentes y jamás resueltas por completo… rebeliones campesinas.


Y esto dejó instaurado patrones sociales a largo plazo, en 1648 Frederick Wilhelm (Duque de Prusia) llega a un acuerdo con la nobleza prusiana y se llega al primer Estado moderno en la zona, pero con características muy especiales. El ejército prusiano va a ser enorme, cerca de comenzado el siglo XVIII, era de alrededor de 80000 hombres y por supuesto estaba estructurado bajo lineamientos de sangre, mientras más larga la descendencia, más prestigioso el mando. El feudalismo en Prusia había sido “nacionalizado”, en prácticamente toda Europa la aristocracia estaba en declive pero en el caso prusiano el Estado llega para institucionalizarla, no sería este otra cosa más que el garante de la desigualdad. Esto conllevó dos cuestiones de trascendental importancia; la primera de ellas fue que el Estado debió proveerse de una amplia burocracia que protegiese sus intereses, que no son otros que aquellos de la aristocracia y, como consecuencia de esto la segunda de las cuestiones fue que el Estado prusiano se convierte en un Estado burocrático por excelencia, lo cual exige que para poder progresar socialmente en él, la relación social de la postergada burguesía debiese ser a su interior lo que significaba no otra cosa que convertirse en un burócrata. Burocracia tal que no sirve a otros intereses más que a los suyos, como genialmente diría Weber esa burocracia más que servir al Estado, era el Estado en sí mismo. No podía ser de otra manera, la creación de la máquina Estado de Prusia fue clave para lo que sucedió después en Alemania, la creación de una vasta burocracia de Estado engendra una clase influyente de personas que eran, en términos económicos, parasitaria del capitalismo (que se pagan con los impuestos), pero en términos sociales antagónicas a él, celosa de su propio poder y desdeñosa de las actividades comerciales.


Los problemas de esta maquinaria estatal comenzaron con la derrota prusiana en las guerras napoleónicas, más concretamente en Jena 1806, la burocracia vio como sus intereses ahora estaban seriamente comprometidos por las ideas liberales francesas que pregonaban no solamente la igualdad y todo el bagaje ideológico liberal, sino también la industrialización y una nueva forma de vida orientada a la ciudad, cuestión muy temida por esta burocracia que había sufrido en carne propia la influencia de las ciudades en “su” campesinado.


No solamente la burocracia se resintió de esto, sino que todo el complejo filosófico germano, que tenía como brillante interlocutor y punta de lanza a Nietzsche, que despreciaban el carácter aunque sea liberador desde el punto mercantilista del capitalismo. Sus críticas a Voltaire y a la revolución francesa son bastante elocuentes, por mención de solamente un ejemplo hay que recordar aquella famosa frase…


”Maestros han sido suprimidos, la moral del hombre común a triunfado…”


El maestro de la sospecha parecía abrumado y horrorizado con la idea y consumación de la libertad de los campesinos, como así también su adscripción a una escuela reaccionaria del pensamiento alemán que llegó a ser conocida como el movimiento 'Volk'. El movimiento adquirió su nombre debido a que sus adherentes fueron constantemente añorando a la más auténtica edad de oro germana, cuando el pueblo alemán no eran sólo las personas que pasaron a vivir en Alemania y hablar alemán, sino aquellas a las que se mencionaba en un sentido místico profundo, un 'Volk'.

Parece no ser casualidad que el misticismo asociado al arraigo social aparezca después de la abolición de la servidumbre, parece no ser muy extraño o fuera de lugar postular que este arraigo sea asociado con la vuelta de la sociedad feudal. La nobleza estaba atada a la tierra, de hecho sus dominios forman parte constitutiva de sus nombres y, sus siervos ligados a ellos con las implicancias sociales que esto tenía. Los nobles se consideraban tan diferentes a los campesinos como el sabor entre el azúcar y la sal. Se admiraba la vieja sociedad feudal y su contacto con la naturaleza, pero se dejaba claramente expuesto que la naturaleza puede ser hermosa, pero de ninguna manera igualitaria.


El biologisismo en la filosofía, la idealización de la naturaleza y lo orgánico son en principio para este movimiento “Volk” no más que una tendencia filosófica reaccionaria, la opresión, desigualdad y la explotación son presentados como hechos “naturales”, leyes de la naturaleza a ser defendidos y por lo tanto no revocados. Para los Volkists los términos raza y clase son la misma cosa, están emparentados. Los arios nobles y guerreros iban a ser formados por una selección “natural”, que justamente era el punto de contacto con las cualidades raciales a las que Hitler apuntaba en post de su súper raza de hombres. Los Volkists no postulaban más que una defensa pseudo biológica de sus intereses de clase, que va a ser recogida y llevada a cabo por el nazismo, podríamos decirlo de otra manera como… la lucha de clases como una lucha racial.


Aquí se puede observar perfectamente la unidad ideológica entre el verde ecologismo y la teoría racial nazi, por supuesto el enemigo a vencer es la gran ciudad y el proletariado, que se unían en un coloso de tintes siniestros que ponían en riesgo el reinado del Volk. También de esta forma puede entenderse el odio hacia los judíos por parte de los nazis, ya que estaban identificados con la sociedad moderna e industrial, no tenían campesinos a cargo por lo general y se dedicaban al comercio tejiendo redes de reproducción social orientadas a los negocios, es decir, eran esencialmente no verdes. Se odiaba a los judíos además por su tendencia a las finanzas, que va de la mano con la “cualidad” de la nobleza terrateniente de endeudarse fuertemente (recordemos que los ecologistas por lo general tienen una pésima relación con el mundo de las finanzas) y así perder sus tierras a manos de los banqueros, por lo tanto, a este grupo social que se aprovecha una y otra vez de la gente (los judíos), había que castigarlo como postulaba Adolfo Hitler en Mein Kampf, quien además les endilgaba la llegada del capitalismo a tierras germanas. En textuales palabras…


”Fue el judío quien incluye la propiedad de la tierra entre sus mercancías comerciales y degrada el suelo al nivel de un bien de mercado”…[2]


Acusándolo de no ser él quien cultiva el suelo, considerándolo sin más como un bien a ser explotado.


Los pensadores Volkists temían que la burguesía y el proletariado mundial reconociesen su mutua compatibilidad y de tal modo ejerciesen una hegemonía sobre un mundo en donde todo era natural y debía ser protegido. Ese mundo el cual reconocían como bello, pero para nada igualitario (sic). Al igual que muchos ecologistas de hoy que idealizan la sociedad pre capitalista, esto también era idealizado por los nazis y los Volkists, su racismo a base de sangre y tierra era no más que el producto de su fantasía añorada. Como Nietzsche y los Volkists, Hitler y los nazis odiaban la Ilustración. Ellos rechazaron su humanismo al igual que rechazaron la moral centrada en el hombre de la tradición judeocristiana. Despreciaban las restricciones morales de la civilización, y se abrazaron al romance de la barbarie pagana como algo más "auténtico".


Resulta de suma importancia el comprender como la ecología y el recurso a la naturaleza estaba en el núcleo del pensamiento nazi, el propio Hitler señala en Mein Kampf que los esfuerzos del hombre para construir algo que contradice la lógica natural lo coloca en extrema contradicción con la misma sustancia a la que debe su existencia, preparando el camino mismo que conduce a la ruina. No en vano puede preguntarse alguno si la barbarie de los campos de concentración respondía solamente al advenimiento de la muerte en producción industrial de la sociedad de su misma característica o, hay que buscar el origen de esas políticas siniestras en los rastros más antiguos de la sociedad germana.

Lisandro Rappetti.

Citas

[1] La llamada “Guerra de los 30 años” fue de forma inicial una conflagración dentro del Sacro Imperio Romano germánico entre partidarios de la reforma y la contra reforma, pero con el paso del tiempo la unión de potencias al conflicto convierten a este en una guerra de carácter continental que encuentra su fin en la llamada paz de Westfalia. No será más que el principio de la rivalidad entre Francia y los reinos prusianos y el imperio español.

[2] Hitler Adolfo: “Mein Kampf”. Ed. Varias.

Bibliografía Utilizada

-Hitler Adolfo: Mein Kampf. Ed. Varias

-Mosse George: La crisis de la ideología alemana - orígenes intelectuales del III Reich. 1964.

-Schmitt Carl: Legalidad y legitimidad. Ed. Comares. 2016.

-www.ecosofía.org : “El III Reich de Hitler, la naturaleza y los animales”

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