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Pablo Javier Coronel

Combatiendo al Capital


“Buscamos suprimir la lucha de clases, suplantándola por un acuerdo justo entre patronos y obreros, al amparo de la justicia que emane del Estado.”[1] Esta frase tomada de un discurso del General Perón condensa toda la concepción social de régimen peronista. El estado se sitúa en el lugar de árbitro del orden social.


Ahora bien, a qué sector social se encarga de representar el nuevo gobierno victorioso en 1946. Respaldando a Perón estuvieron el Ejército, la policía, la Iglesia y los intereses británicos. El peronismo hallo su clientela electoral en la clase obrera y en las masas trabajadoras urbanas y rurales, entre la “gente pobre” en general.[2] Como bien establece la cita precedente, el peronismo es básicamente, en principio, un movimiento político de alianza de clases. Este novedoso pacto policlasista va a suponer un desarrollo igualitario de las partes conformantes, pero debemos cuestionarnos quién es favorecido realmente y cómo la gestión de gobierno genera un dobleplano, uno discursivo y uno real.


En este sentido, la burguesía argentina no va a salir perjudicada del nuevo régimen social, muy por el contrario va a ver favorecida su posición económica gracias a la gestión del estado. El desarrollo agrícola reconoce un nuevo impulso hasta 1948 lo que permite al Estado un amplio marco material para llevar adelante su plan industrialista. Se creó el IAPI inspirado en la experiencia de la Junta Reguladora de Granos para sostener los precios de los de los productos agrícolas. Las ganancias obtenidas por el IAPI en el mercado mundial durante el trienio dorado de 1946-1948 sirvieron para subvencionar las exportaciones de carne a Gran Bretaña, para subvencionar a las empresas frigoríficas y azucareras, para subsidiar el consumo y mantener precios políticos en diversas industrias. Luego, al comenzar el descenso de los precios agropecuarios en el mercado mundial, el IAPI comenzó a apuñalar el mercado interno –y la renta agraria- comprando las cosechas a perdida, como lo había hecho la Junta de Granos bajo los gobiernos conservadores, es decir, aprovechando la coyuntura no para debilitar a la burguesía terrateniente sino para fortalecerla. En fin, el IAPI fue uno de los más importantes creadores de inflación y el más importante dilapidador de divisas.[3] Producto de la apropiación estatal de la renta agraria se propuso potenciar los planes industrialistas del ´30. Planes Quinquenales y subsidios se aplicaron a esta tarea junto a una burguesía industrial débil pero a la expectativa de poder acaparar los beneficios del nuevo régimen.


Las divisiones del sector empresario eran muy variables y no estaban asociadas a una posición favorable o contraria al gobierno peronista. No hubo entonces una línea divisoria que separara tajantemente a los empresarios. Los unía la oposición a determinados aspectos de la política laboral: la elevación de los costos de la mano de obra, la actualización de los sindicatos y de las comisiones internas. Los unía también una fuerte dependencia hacia la distribución estatal de la protección frente a la competencia externa, de divisas para la importación de insumos y repuestos y de subsidios crediticios. Pero estos mismos factores de unión podían ser también de división, en la medida que la bendición estatal recayera más en unos que en otros.[4] Por otro lado, el peronismo se encargo de desarticular las tres grandes entidades empresarias históricas del país: la Unión Industrial Argentina (UIA), la Sociedad Rural (SRA) y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (BCBA). En su lugar se formaron la Asociación Argentina de la Producción, la Industria y el Comercio (AAPIC) y la Confederación Empresaria Argentina (CEA) como las nuevas entidades de negociación asociadas al estado.


Pero el lugar donde se ven reflejadas realmente las contradicciones entre discurso y realidad es en la relación del estado con la clase obrera. El uso de la propaganda política, los discursos antiimperialistas y las mejoras laborales espurias y a corto plazo (aumentos salariales, reducción de la jornada laboral) constituiría simplemente medidas demagógicas que no cambiaron la realidad de la clase obrera a largo plazo.


Las reales medidas tomadas ante la cuestión obrera, que le dio a Perón su base de poder en aquel 17 de octubre, fue la intervención del movimiento obrero sindical, la persecución de los dirigentes obreros opositores a estas políticas de cooptación como los casos emblemáticos de Gay y Reyes; además de la represión de huelgas (declaradas anticonstitucionales) y del comunismo opositor de aquel entonces.


De esta manera se explica cómo los primeros años del régimen fueron los más tumultuosos en cantidad de paros y huelgas en reclamo de mejoras laborales, pero a medida que el gobierno pudo expandir su poder de acción y coacción al conjunto del movimiento obrero la cantidad de protestas fue disminuyendo es por esto que “la inflación galopante de fines de 1951 y comienzos de 1952 redujo drásticamente los salarios reales de los trabajadores.


Sin embargo, el régimen tenía todavía capacidad suficiente para postergar estallidos en el campo laboral ya que había consolidado su control sobre el movimiento obrero y también porque se adopto en marzo de 1952 una serie de medidas que mitigaron en parte pérdidas sufridas por los trabajadores.”[5] La consecuencia última de la desmovilización de la clase obrera y de su carácter combativo se observa en el momento de la caída de Perón en 1955 donde se insta desde la CGT a los trabajadores a “mantener la calma” y “confiar en el ejército”.




Pablo Javier Coronel



Citas:

[1] Doctrina Peronista. Subsecretaría de informaciones de la Presidencia de la Nación. Buenos Aires. 1951. Pág. 271 en FRONDIZI, Silvio: La realidad argentina, Tomo I, Praxis, Buenos Aires, 1955: “La tentativa peronista de revolución democrático-burguesa”, pp. 117 a 133 y “Peronismo”, pág. 294

[2] Peña, Milciades: “El gobierno del ‘como si’” en Historia del pueblo argentino, Emecé, Buenos Aires, 2012, pp. 495 a 530.

[3] Ibídem. Pág. 505

[4] Jáuregui, Aníbal: “Prometeo encadenado. Los industriales y el régimen peronista” en: Berrotarán, Patricia; Aníbal, Jáuregui y Marcelo Rougier: Sueños de bienestar en la Nueva Argentina. Estado y políticas públicas durante el peronismo 1946-1955, Bs. As., Imago Mundi, 2004. Pág. 49

[5] Doyon, Louisse: “Conflictos obreros durante el régimen peronista (1946-1955)”, en Desarrollo Económico, vol. 19, 1975. Pág. 467

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