La odisea griega
“Aunque pobre la encuentres, no te engañará Ítaca. Rico en saber y en vida, como has vuelto, comprendes ya qué significan las Itacas.”
Konstantinos Kavafis
Partiendo del análisis de la epopeya Homérica, el siguiente artículo intenta observar los elementos que contribuyeron a la configuración espacial Helena y a la diferenciación del pueblo griego en contraposición al bárbaro, u otro cultural.
La epopeya griega constituye un primer acercamiento a las principales categorías de la antropología griega. En ella se gestan y delinean conceptos de sus propias tradiciones, costumbres y representaciones, en contraposición al otro cultural. La Odisea no es la excepción, ella narra la historia de Ulises, el eterno viajero, quien a diferencia de Aquiles, con su astucia e inteligencia, deberá sortear los periplos que el viaje le demanda.
Durante estas vicisitudes, y manteniendo el mar abierto como no lugar, estéril dominio de Poseidón, van a inscribirse las experiencias del otro y se desplegaran las grandes particiones de su antropología.
El otro siempre es una amenaza y como tal, para mantener o mejor dicho recobrar su identidad, Ulises deberá apelar en todo momento a su memoria. Como el Aedo, el eterno viajero, estará constantemente fortaleciendo su identidad, con ayuda de su memoria y en contraposición al barbaro, para así poder lograr el Nostos tan deseado.
La memoria es una constante en Odiseo y tema principal de la obra de Homero, sea por recobrar su nombre, o bien en el caso de su hijo Telémaco, para alcanzar su Kleos.
Si errante en el mar Ulises no es nadie o ya no es nadie, Telémaco por su parte no sabe quién es: “Mi madre dice que soy efectivamente su hijo pero yo no sé nada de ello”.
Morir en el mar, o bien desparecer, y la imposibilidad de brindarles los rituales pertinentes al culto al fuego sagrado, hacen inviable la coronación de su hijo, su gloria y fama. Pero justamente es el regreso, el que hace de él, el héroe de la resistencia, el polytropos, otorgándole un lugar excepcional, análogo al que la Ilíada asigno a Aquiles. Uno alcanzara la gloria joven renunciando al nostos, pero ganando el paso imperecedero del tiempo de los héroes, el otro deberá atenerse a reconocer el paso del hombre y su historicidad.
“Al cantar las hazañas de los héroes, el Aedo es el maestro del Kleos, a la vez gloria y memoria mientras que el espacio no humano es Aklees, desprovisto de gloria. El héroe que tenga la desgracia de ser arrastrado hacia este, no tendría nada que ganar y si todo que perder…Hasta su nombre.”[1]
Ya sea con Polifemo, dispuesto a devorarlo, o Calipso (mediante su flor de loto) deseosa de desposarlo y obsequiarle la inmortalidad, Odiseo realiza por primera vez el rechazo heroico a la inmortalidad y el retorno se produce a pesar del otro.
Ahora bien, este otro está sumamente cargado de subjetividades, desde un comienzo vemos una especialización dentro del mundo de Calipso, dividida en tres grandes categorías: el mundo de los “Hombres comedores de pan”, el de las lejanías y por ultimo un espacio totalmente inhumano, donde moran monstruos pero también seres divinos.
En un primer momento de camino a la alteridad, nuestro viajero dará con los hombres de los límites, que sin duda son mortales pero gozan de un status un poco singular, ya que aun están cerca de los dioses y conservan ciertos rasgos de la vida de la edad de oro. Es cuando, rechazado de cabo de Malea y arrastrado durante nueve días por los vientos tempestuosos, aterrizara finalmente entre los Lotófagos en un espacio no humano, el de los no comedores de pan. En esta distinción vemos como construye a partir de su propia subjetividad. El hecho de no comer pan, no solo lo distancia de su alimentación, sino de su oikonomía y configuración de campo – ciudad. Este espacio se presenta como no cultivado, desprovisto de sociabilidad, aislado y sin límites asignables.
En cada una de las escalas en el mundo de Ulises, la tierra nunca esta trabajada, y cuando existe la ganadería como entre los ciclopes y los lestrigones, nunca está acompañada por la agricultura. Son pastores, pero no todavía agricultores. Si no hay trigo no hay pan, por lo tanto es difícil comer un alimento humano (¿o griego?), pero también honrar a los dioses como corresponde mediante sacrificios que puedan aceptar gustosos.
¿Dónde quedan los valores del don – contra-don, la hospitalidad? ¿Dónde queda el culto del fuego sagrado, la configuración del Oikos, el comercio?
Será recién con su llegada a Feacia que veremos campos cultivados y el pan de los hombres. La hospitalidad aquí también se hace presente, hecho que no nos resulta extraño, teniendo en cuenta que son estos quienes ayudarán a Ulises en su regreso. Los Feacios, ubicados en la encrucijada de los mundos y la frontera de las categorías, son los únicos capaces de reintegrar a Ulises al espacio de los hombres comedores de pan.
Para finalizar, y no menos importante, vemos nuevamente el rol que asume la memoria en su regreso a Ítaca, donde el deberá enfrentar no ser reconocido por su propia gente. Con un remo sobre su hombro deberá encaminarse hacia el país de la gente que desconoce el mar, hasta que un pasante le inquiera porque camina de ese modo. Sabedor entonces que ha llegado clavará su remo en el suelo y ofrecerá en ese mismo lugar un sacrificio a Poseidón, realizado en el lugar mismo donde cesa la autoridad de ese dios, en las fronteras de su esfera de influencia. Ulises recuperara lejos de la agitación de las olas, la calma de su patria celestial.
El Ulises que regresa, ya no es el mismo, el ha tenido que superar y superarse a partir de los obstáculos que le demando su viaje. Odiseo que ha visto todo, tuvo que configurar y asegurar su subjetividad pese a los periplos que la travesía le demandó.
La Odisea esta en los fundamentos de la visión que los griegos tuvieron de sí mismos y los otros. Ella proporcionó, no de manera abstracta, sino mediante un relato de aventuras, un marco, un paradigma de muy larga duración. Hasta el punto que debemos esperar a las guerras médicas, para otorgarle un rostro y una localización geográfica al bárbaro… el persa.
Rodrigo Lages.
[1] HARTOG, F. Memoria de Ulises. Fondo de Cultura Económica. Traducción de Horacio Pons.