Las fronteras del Tawantisuyu
“La ascensión del imperio inca fue uno de los logros más sorprendentes en la historia de las civilizaciones preindustriales. En un lapso que duró cerca de un siglo, un pequeño grupo étnico de la sierra sur peruana obtuvo soberanía sobre las sociedades que ocupaban los Andes desde el sur de Colombia hasta la región central de Chile”. (D’Altroy 2003: 1).
Según los postulados constructivistas de Boccara, se debe entender a la frontera desde un punto de vista diferente al que lo hacen los continuistas. Entender a la frontera en término de límites étnicos y culturales en constante relación con el Otro. Se opone a la cosificación de las comunidades que le dan un carácter ahistórico. En su trabajo entiende a los límites como un espacio de intercambio y de resignificación constante de las identidades étnicas. Considera al Otro cultural como un sujeto positivo en la construcción de identidades.
Llevando estos conceptos al ámbito andino diremos que la construcción de espacios netamente incaicos en las zonas más extremas del Tawantisuyu tenía un objetivo claro: la construcción de identidad y la extrapolación de ideologías. Acuto nos hace un desarrollo detallado de las diferentes formas en que los Incas imponían su dominación.
Así entonces nos dice que la manipulación del espacio y la construcción de paisajes sociales particulares fue un mecanismo que ciertamente el imperio Inca utilizo para dominar los territorios conquistados.[1] Propone que a través de la creación de lugares o paisajes inkaizados separados de la ocupación local previa, se buscaba imponer la visión del mundo inca sobre los sujetos dominados instituyendo y justificando así su poder y autoridad e intentando cambiar y reestructurar practicas y relaciones sociales especialmente relaciones de poder. Así mismo, aplicaron otra política de dominación que modifico el paisaje construido por las sociedades locales tanto en cuanto a su materialización como en su significado. La misma apunto a reformar y reorganizar el patrón de asentamiento local, especialmente a través de la relocalización de poblados de las sociedades dominadas.
Teniendo en cuenta este marco, podemos observar diferentes casos donde se ve esta dominación espacial:
Uno es el caso de regiones con una organización política centralizada y que aceptaron el dominio Inca, la ocupación es muy poco visible, ya que por lo general se establecieron colocando sus propios sectores en las capitales locales. Hay que tener en cuenta además que usaban a los líderes locales y sus estructuras en su favor.
Por otro lado tenemos áreas con organización política centralizada pero que resistieron a la dominación donde se esperaría muy poca arquitectura Inca en los centros locales e inclusive tal vez el abandono parcial de esos centros una vez que el control local fue desarticulado por los incas.
Asimismo, en regiones sin una organización política centralizada, los incas debieron haber tenido que crear una. En este caso tuvieron que edificar desde cero sus propios centros administrativos y la infraestructura imperial tuvo mayor presencia. Así se podía decir que los grandes centros administrativos incas debieron estar asociados principalmente a intentos de control de regiones políticamente fragmentadas.
Este tipo de control sobre el paisaje y la formación de pequeños Cuzcos a lo largo de todo el Tawantisuyu hicieron a la reproducción ideológica del estado Inca acompañado por todo el aparato religioso, con rituales tales como la Capacocha que ayudaban a la integración del Imperio de manera efectiva apoyándose en los principios de la generosidad (reciprocidad) y la redistribución centralizada.
Pablo Javier Coronel.
Bibliografia Utilizada:
-Acuto, Félix, 1999. Paisaje y dominación. La construcción del espacio social en el Imperio Inka. En Sed Non Satiata. Teoría social en la Arqueología Latinoamericana Contemporánea. A. Zarankin y F. Acuto (eds.): 33-75. Ediciones del Tridente. Buenos Aires. Pago. 68