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Lisandro Rappetti

La revolución Húngara de 1956

Una serie de preguntas han desvelado la política a lo largo de la historia… ¿qué tipo de concesiones y de qué magnitud pueden hacerse en una coyuntura donde la balanza de poder puede inclinarse a favor de dos contendientes en disputa? ¿Cuál es el límite de esas concesiones? ¿Dónde se encuentra el punto exacto en que la diplomacia es reemplazada por la acción armada?

Ya lo decía Goethe citando a Maquiavelo en alusión a que este último era partidario de la crueldad inteligente para mantener un buen gobierno, “prefiero la injusticia al desorden”. Veamos el caso húngaro y como la URSS de la mano del stalinismo deja de lado el materialismo dialéctico para retroceder más de 400 años en política internacional.


La autogestión en Europa del Este con los casos puntuales de Hungría y Yugoeslavia confirmó varias cuestiones, pero una en particular, y esa es que las causas nacionales estaban totalmente vigentes y no podían ser reemplazadas por el sistema de partido único que pretendían los soviéticos. En el caso de la revolución Húngara sucede el 6 de octubre de 1956 con el entierro de László Rajk, víctima comunista más conocida del régimen de Rákosi, quien fue ejecutado en 1949. La multitud de cientos de miles de personas reunidas en el cementerio vió en dicho evento el preludio del entierro del stalinismo. El 16 de octubre, la asamblea general de los estudiantes universitarios de Szeged, aprobó una resolución en cuanto a la formación de una organización estudiantil política llamada Organización Unificada de Estudiantes Universitarios y de Institutos Superiores de Hungría (MEFESZ), independiente de la Federación Juvenil Democrática, o sea, la organización juvenil comunista única. Ello fue ya el presagio de la revolución. Se produjo una fisura en el sistema institucional político monolítico, y la erosión prosiguió de forma incontenible en los días siguientes. El estudiantado no se contentaba con la crítica del orden existente, sino que formuló reivindicaciones decididas y se encaminó en la vía de la actuación radical. Multicopiaron y difundieron sus reivindicaciones, y prepararon una demonstración. Por lo tanto ya comienzan a vislumbrase nuevas formas de organización a la que luego van a seguir la conformación de consejos obreros, que van a servir para encuadrar la resistencia a la invasión del ejército rojo que va a ser a lo largo del mes de Noviembre[1].


Ya el 22 de octubre hubo cambios importantes en la dirección del partido comunista en Polonia que fueron seguidas muy de cerca por Budapest. Las noticias acerca del cambio de un dirigente realizado a la cabeza del partido comunista polaco suscitó inquietud, Wladyslaw Gomulka salió victorioso de su lucha librada contra la dirección stalinista de Varsovia representando en su partido una línea semejante a la de Imre Nagy. Jruschov viajó a Varsovia, las tropas soviéticas fueron movilizadas, pero gracias a la toma de posición unánime de la dirección polaca (y al hecho de que Gomulka se manifestó decididamente a favor del sistema federal del Pacto de Varsovia) finalmente pasó el peligro de la confrontación violenta.


Con estas noticias sobre Polonia, los estudiantes de la Universidad Politécnica de Budapest redactaron una serie de reivindicaciones. Entre estas, además de las metas de la oposición partidista (convocatoria del congreso del partido, nombramiento de Imre Nagy a jefe de gobierno), también figuraban lemas democráticos y nacionales (retirada de las tropas soviéticas, elecciones libres en un sistema pluripartidista, independencia económica, restablecimiento de los símbolos y de las fiestas nacionales tradicionales). Los estudiantes, para expresar la solidaridad con el pueblo polaco y con el fin de hacer cumplir sus exigencias, hicieron un llamamiento para una manifestación pacífica el día 23 de octubre.


El 23 de octubre de 1956, la dirección del partido primero prohibió y más tarde permitió la celebración de la manifestación. No obstante, la demonstración comenzó a pesar del titubeo de la dirección y, al cabo de algunas horas ya no eran solamente los estudiantes los que marchaban por las calles, sino toda la población de la capital se unió a ellos. En vez de los lemas de la oposición partidista, la multitud comenzó a reclamar la independencia nacional, y en vez de la democracia socialista, pedía tan sólo democracia, sin adjetivo alguno. Unas doscientas mil personas esperaban frente al Parlamento el discurso de Imre Nagy, otros tumbaron la estatua de Stalin en la plaza de desfiles, mientras que un tercer grupo urgía delante del edificio de la Radio la transmisión inmediata de sus reclamaciones. La dirección soviética estaba muy preocupada con la solución de la crisis política de Polonia, estallada el 19 de octubre de 1956. Por lo tanto no quiso tomar ningún riesgo al respecto y ordena a las tropas soviéticas que se encuentran en Hungría dispersar a los manifestantes el día 23 de Octubre. No contentos con esto, la dirección soviética envía para controlar la crisis a Anastas Mikoian y a Mijail Suslov, miembros del Buró Político del PCUS, así como a Ivan Serov, jefe de la KGB y a Mijaíl Malinhin, jefe de estado mayor adjunto del ejército soviético, ya 24 de octubre[2].


Aunque parezca extraño Jruschov y la dirección soviética creían que la crisis podía tener un arreglo pacífico como el que se logró en Polonia, aunque lógicamente entendían que todo esto era posible si se encontrase el acuerdo en una serie de condiciones. Estas eran las siguientes...

  • Se oponían a que se integraran al gobierno políticos que antes pertenecían a otros partidos y, que una vez restablecido el orden las tropas soviéticas volverían a sus lugares de origen.

  • Podían existir más concesiones de tipo reformista democrático, pero advirtieron que si esto proseguía podía concluir con la caída del régimen comunista en Hungría y, en tal caso la URSS intervendría


En el plano estratégico los soviéticos apostaban a conservar los regímenes comunistas en Europa, pero esto lo veían posible si se conservaban sus instituciones fundamentales, a saber; Que el PC y su dirección se mantuviese unificada y con capacidad de actuación, fortaleza de las fuerzas de seguridad y ejército, y que respondan al partido, sistemas de comunicación integrados que les posibilitasen el control de las masas.


Es menester decir que cualquiera de estas premisas sufriese un quiebre, el gobierno soviético se encontraba listo para la intervención armada, sin embargo y como antes mencionamos el Kremlin seguía considerando que un arreglo pacífico era posible. Además, se estaba jugando el prestigio de la URSS en materia internacional y, por supuesto una solución violenta a un conflicto en el cual se demandaban más “libertades”, se contraponía a la política exterior soviética que en esos momentos disputaba a los EEUU la hegemonía mundial. Flaco favor le hacía por lo tanto mostrarse como una fuerza opresora dispuesta a castigar a un pueblo que lucha por su libertad.


No era por lo tanto un problema menor, ya la URSS estaba jaqueada por mantener la cohesión del bloque comunista, entonces los soviéticos consideraron que hacer concesiones tácticas era adecuado. Así el 28 de octubre dieron su consentimiento a la declaración del alto el fuego, aprobaron la retirada de las unidades soviéticas de Budapest, y el comunicado gubernamental soviético del 30 de octubre prometió expresamente que se estudiaría la posibilidad de la retirada de tropas de Hungría… Y a pesar de que el día 30 de octubre se reflexionaba acerca de retirar las tropas soviéticas de Hungría, existía consenso que bajo ninguna forma Hungría podía dejar el campo socialista. Entre el 28 y 30 finalmente se lanza la operación “Torbellino”.


La URSS consideraba que tras la intervención armada Imre Nagy dimitiría para luego apoyar a Kádár. Este último se mantuvo firme en sus posiciones y János Kádár, quien llegó a Budapest el 7 de noviembre, al terminar los enfrentamientos más violentos solo contaba con el apoyo de la dirección soviética, pero de ninguna fuerza nacional. Adviene una ola generalizada de huelgas y se forman consejos obreros que son brutalmente reprimidos por las fuerzas soviéticas. Paradoja del destino, URSS (Unión de repúblicas socialistas soviéticas), donde la palabra soviética/o, significa consejo. Los consejos soviéticos reprimen a sangre y fuego los consejos húngaros. ¿Lucha nacional?, ¿Lucha entre naciones? (sic).


Agnes Héller y Ferenc Feher hacen referencia a estas conformaciones de consejos obreros que florecían en Hungría…

“El orgullo de la revolución Húngara de 1956 ha sido la creación espontánea y general de consejos democráticamente electos en las fábricas, los institutos científicos y públicos, las escuelas, las oficinas, todos los lugares de trabajo…”[3]


A la hora de la represión, esta afectó a más de cien mil personas. Decenas de miles fueron internados, se inició procesos contra 35 mil personas. Entre 25 y 26 mil de ellos fueron condenados a prisión y ejecutaron a aproximadamente 230 personas, incluidos Imre Nagy y miembros de su gobierno. Que dicho sea de paso constituyó uno de los últimos enjuiciamientos a la “manera” Stalinista. El juicio tuvo la intención obvia de ejemplificar un castigo como así también resultaba la justificación y explicación del porqué de la invasión ante el peligro de una restauración capitalista de manos del imperialismo occidental, que era perpetrado por un minúsculo grupo de conspiradores.



Por otra parte la represión suscitó una ola de migraciones forzadas de grandes características. En los meses posteriores al aplastamiento de la revolución húngara, aproximadamente 200.000 personas abandonaron Hungría, pasando antes por campamentos de refugiados en Austria y Yugoeslavia. Es de destacar también que gobiernos y organizaciones sociales occidentales ofrecieron asistencia a los refugiados y, en Noviembre tras el llamado por parte de la asamblea general de la ONU se desplegó una campaña mundial para la asistencia de los refugiados húngaros y promover su incorporación a los países occidentales. La mayor parte de los refugiados encontró un nuevo hogar en los Estados Unidos, muchos de ellos también encontraron refugio en la RFA, Inglaterra, Suiza y en Francia.


Más allá de todo esto la experiencia húngara deja en claro que la autogestión solamente era permitida por la URSS si era plausible de ser controlada, si esto no se podía lograr, directamente se pasaba a la represión. Por otra parte demuestra que el régimen de partido único no puede contrarrestar los “espíritus” de independencia nacional ni puede dar respuesta a la infinidad de matices dentro de una sociedad. Mientras tanto, me olvidaba, ¿Maquiavelo y su concepción de la política?, parece que fueron resucitados tras 400 años.

Lisandro Rappetti

Bibliografía

-Csaba Békés - János Rainer; La revolución húngara de 1956. Embajada de Hungría.

-Heller Agnes – French Feher; Hungría 1956; Anatomía de una revolución política; París 1980. ISSN 0210-2692.

-Maspero. F; Los consejos obreros en la revolución húngara. París 1970.

-Sgrazzutti Jorge- Roldan Diego: Europa del Este y la URSS en el siglo XX. Del socialismo real al poscomunismo. Debates, perspectivas y problemas. Ed. Homo Sapiens. Rosario; Año: 2003. P 71- 91.

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