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Pablo Javier Coronel

La Guerra de los "más Infelices"


Antonio Gramsci postulo alguna vez que “Los grupos subalternos sufren siempre la iniciativa de los grupos dominantes, incluso cuando se rebelan y se levantan” (Gramsci, Antonio; “Apuntes sobre la historia de las clases subalternas. Criterio de métodos”).


La cita a Antonio Gramsci refiere a la inferencia de los, por él llamados, “grupos dominantes” en los levantamientos y rebeliones de las denominadas “clases subalternas”. Podemos observar que dicha frase podría ser idónea en los diferentes contextos latinoamericanos pero debemos igualmente reconocer que los “grupos dominantes” pueden sufrir también la influencia de las demandas de las “clases subalternas”. Tratando de reconocer estos complejos procesos, me propongo estudiar los casos del movimiento artiguista en la Banda Oriental y del desarrollo del movimiento bolivariano en Venezuela.


Para poder desarrollar el proceso independentista de la Banda Oriental y la amalgama entre los grupos dominantes y subalternos primeramente debemos identificar la composición de ambos grupos. En el orden anteriormente establecido, los primeros estarían conformados por una elite liberal de generales, comerciantes y terratenientes (contrarios a España, Portugal y Buenos Aires). Ésta elite instruida dentro del conjunto de movimiento, se conforma como grupo directriz del proceso emancipatorio y van a apoyar su base fuertemente en las clases subalternas. Éste segundo grupo está conformado por los “más infelices”, como los llama Artigas repetidamente, que son una amplia masa de gentes desplazadas del ámbito rural: peones, indios y negros. Todos ellos desposeídos de tierras para subsistir y que se encuentran al margen del orden conservador que los terratenientes y los grandes comerciantes llevan adelante desde el cabildo de Montevideo.


Ahora bien, cómo es la relación entre ambos grupos es la pregunta que articula el marco general de la cuestión.


Desde la cúpula artiguista, el proyecto para la conformación del nuevo Estado que debería nacer después de la revolución y la independencia es claramente liberal. Las faltas de apoyo en la elite montevideana lo van llevando cada vez más a apoyarse en las capas más empobrecidas que son los que finalmente lo terminan siguiendo hasta el final. La necesidad de sumar a las clases subalternas lleva al artiguismo a plantear proyectos políticos más radicalizados, siendo la reforma agraria su máximo exponente.


Haciendo un repaso histórico de la conformación de clase del movimiento de Artigas podemos ver un progresivo alejamiento de los sectores terratenientes y un acercamiento a los “mas infelices”. El estudio de las fuentes que tenemos a disposición (“Instrucciones que se dieron a los diputados de las Provincia Oriental para el desempeño de su misión ante la asamblea constituyente de Buenos Aires” y el “Reglamento provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y la seguridad de sus hacendados”) nos revela que en 1813 se puede observar un proyecto político liberal mas abarcativo de tipo constitucionalista que representa los intereses de cierta elite liberal antimonárquica de la época; y en 1815 la batalla se da con los grandes terratenientes que monopolizaban el poder desde el cabildo de Montevideo, en favor de los “negros libres, los zambos de esta clase, los indios y los criollos pobres”[1]. Éste gradual corrimiento tiene que ver con las coyunturas políticas a las que se somete el movimiento artiguista a lo largo del proceso independentista.


La guerra revolucionaria en la Banda Oriental comenzó como una rebelión agraria donde una parte de los terratenientes va a barrer con las haciendas de otros terratenientes pro-monárquicos. “Posteriormente, los hacendados que se plegaron inicialmente al movimiento revolucionario, hegemonizándolo, sufrieron una nueva fractura político-ideológica, de gran magnitud, al bifurcarse las posturas pro porteñas de las que optaron por la reafirmación de la soberanía particular de los pueblos orientales”[2]. Artigas, que había sido nombrado teniente general por Buenos Aires, se separó de la subordinación a la capital del otro lado del Plata debido a desavenencias referidas a la firma de un tratado de paz con Portugal sin haber sido consultado el pueblo oriental. De esta manera Artigas comienza su escalada contra Buenos Aires, reafirmada luego en 1813 con la presentación de las “Instrucciones…” generando, a su vez, una fuerte controversia con la elite oriental que desconocía la legitimidad y representatividad de Artigas ante la Asamblea del Año XIII. En palabras de Azcuy Ameghino, “estas variaciones en el panorama político explican la apariencia de mayor radicalización que van adoptando las posturas artiguistas, así como la tendencia a apoyarse cada vez más en el campesinado de paisanos pobres, incluidos gauchos, indios y negros libertos, que comenzaban a sentirse representados, y aunque fuera en pequeña medida el hecho no dejaba de ser extraordinario, por un Artigas que continuaba expresando centralmente los intereses de los hacendados que se mantenían enemigos de España y Portugal, mientras simultáneamente resistían la dominación bonaerense-directorial”.[3] Luego de la retirada de Alvear se conforma un doble poder entre el cabildo oligárquico constituido en Montevideo y el movimiento artiguista (terratenientes adeptos y ejércitos populares) en la ciudad de Purificación. Entre estos años (1815-1816), Artigas debe comenzar a ceder a la presión de los sectores subalternos que lo venían siguiendo desde el albor revolucionario, por eso instrumenta el “Reglamento…” causando grandes controversias entre los hacendados que lo apoyaban. Si bien, este documento se presentaba como un cierto “consenso de clase” (sobre todo en lo expresado en el Art. 27 donde se otorga la capacidad de brindar papeletas a los peones y la capacidad de estos de apresar a los “vagos” y remitirlos al Cuartel General[4]), la exigencia de repartir la tierra entre los más infelices es una clara concesión a toda esa masa popular que presiona al caudillo oriental.


Volviendo a la cita de Gramsci, se puede aseverar que las clases subalternas sufren la iniciativa de los grupos dominantes, incluso cuando se rebelan y se levantan. Pero a su vez, las primeras presionan y hacen ejecutar a las segundas, sus programas políticos, sus reclamos y sus anhelos. La verdadera fuerza revolucionaria se encuentra en los sectores populares y son ellos los que deben imponer su voluntad a las clases hegemónicas durante los procesos independentistas, forzando por reformas acordes a sus propias proyecciones políticas.




Pablo Javier Coronel.


Bibliografía Utilizada:


- Azcuy Ameghino; “Artigas y la revolución rioplatense: indagaciones, argumentos y polémicas al calor de los fuegos del siglo XXI” en Waldo Ansaldi (Coord.) calidoscopio latinoamericano. Imágenes históricas para un debate vigente. Buenos Aires, Ariel, 2004, pág. 71


- José G. Artigas. “Instrucciones que se dieron a los diputados de la Provincia Oriental para el desempeño de su misión ante la Asamblea Constituyente de Buenos Aires” y “Reglamento Provisorio de la Provincia Oriental para el fomento de la campaña y seguridad de sus hacendados” en José G. Artigas. Obra selecta. Caracas, Biblioteca Ayacucho.


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