La unificación Italiana y Alemana
- Lisandro Rappeti
- 31 may 2015
- 8 Min. de lectura
Para comprender las unificaciones Alemanas e italianas es necesario conocer cuál era la disposición territorial de ambas naciones previa a la unión, como así también sus procesos políticos.

Italia poseía un norte del país altamente industrializado y el deseo de lograr una unidad, pero no la unidad que deseaba Garibaldi, sino una unificación de la zona de Piamonte. También dentro del territorio Italiano el Papado se oponía a la unificación, esto conllevaría inevitablemente una pérdida de poder en su influencia y la pérdida de los territorios pontificios y, por último la situación se complementaba con el contexto que existía en su parte Sur, donde los poderosos terratenientes tampoco querían su unificación. Es decir que el contexto Italiano era realmente poco propicio para la unificación, norte del país elitista e industrial, el Papado que teme pérdida de influencia política y el sur con poderosos terratenientes no deseosos de sumarse a un proceso de industrialización y pujan por seguir manteniendo su status económico y social basado fundamentalmente en una agricultura extensiva.
El norte había encarado un proceso de reestructuración de su industria, comprendía cabalmente que para ser una potencia militar se debería pasar sin remedio por ser una potencia industrial. Sin embargo tenía el impedimento de las ambiciones políticas de los Austriacos, por esta razón se establecen relaciones diplomáticas en post de la ayuda Francesa, que negocia con Piamonte y, en 1860 mediante un plebiscito Víctor Manuel II es elegido Rey de Italia y la capital política del país es Turín. Sin embargo era lógico que se pretendiese que la capital de Italia fuese Roma, miles de años de historia le aseguraban su lugar, pero Roma albergaba dentro suyo otro poder, el poder del Papa.
No obstante existían numerosos proyectos o tendencias para la unificación, y no solamente sectores dentro de Italia eran obstáculo para ello, Francia tenía mucho que opinar al respecto. El 3 de Julio de 1849 los franceses sitian primero y luego toman Roma con la anuencia del Papa Pio IX. Este Papa había huido de Roma en 1848 cuando se había proclamado la República Italiana y buscó refugio en la ciudad de Gaeta en el reino de las dos Sicilias, desde allí pidió ayuda a las principales potencias católicas europeas del momento para que acudieran en su ayuda, así las cosas los franceses permanecieron en Roma hasta 1866, donde tras la derrota de Napoleón III a manos del ejército Prusiano se retiran. Lógicamente la intención del Papa era la preservación de los estados pontificios pero, para el año 1866 el emperador Víctor Manuel II ya prácticamente había conquistado todos ellos y, finalmente la larga historia de más de mil años de independencia política del papado llega a su fin al entrar las tropas Piamontesas en Roma el 20 de septiembre de 1870. Pío IX se negó a reconocer el reino de Italia, a establecer relaciones diplomáticas con él y rechazó además las garantías personales que se ofrecían. Excomulgó al rey Víctor Manuel II de Saboya y, mediante la bula Non Expedit prohibió a los católicos bajo severas penas canónicas toda participación activa en la política italiana, incluido el sufragio.
Los últimos años de su pontificado los vivió en condiciones de aislamiento en los palacios del Vaticano, viendo como las propiedades de la Iglesia en Italia eran confiscadas, mientras que en Alemania, Bismark comenzaba su Kulturkampf contra el catolicismo. Su papado había sido uno de los más largos de la historia y, a su vez, uno de los que ha tenido que afrontar problemas más graves
Así uno de los principales obstáculos para la unificación estaba fuera de combate, quedaba el “tema” de los austriacos, que hace varios años tenían posesión de parte del Norte del país y de Venecia. Esto es resuelto en 1866 cuando Víctor Manuel II se alía a los Prusianos en contra de Austria y luego de derrotarla en la batalla de Sadowa (que es crucial en el proceso de unificación alemana), firma los acuerdos de armisticio en Praga, donde cede parte de su territorio a los Prusianos, se termina la confederación Austríaco Germánica y, Lombardía vuelve al control de los Italianos, no así el Venetto.
La guerra Franco Prusiana resulta fundamental para el proceso de unificación italiano, Prusia apoya al ministro Camilo Cavour y, esto hace que la intervención francesa pierda fuerza tras Sedan. En 1870 se logra la unidad del país pero no es por completo una revolución liberal, no se puede realizar un programa que contemple la industrialización plena y se pacta con los terratenientes del sur que no terminan de adaptarse al capitalismo industrial productivo y, por supuesto, Italia no deja de tener una agricultura extensiva en ves de una agricultura intensiva más característica de las potencias europeas. Así las cosas resultan protagonistas de la unificación Italiana el rey de Cerdeña, Víctor Manuel II de Saboya, su ministro Camilo Cavour y Giuseppe Garibaldi. Desempeñaron también importantísimo papel en la etapa inicial de este movimiento, el rey Carlos Alberto de Cerdeña, padre de Víctor Manuel de Saboya.
La unidad alemana resulta algo más compleja ya que para consumarse debió afrontar tres guerras de manera sucesiva en las que resulta victoriosa. Sin embargo, conviene retrotraerse unos años para tener una comprensión cabal del tema. El período que comprende en su inicio la caída de Napoleón Bonaparte y que se extiende al conjunto de revoluciones liberales de 1848 posee una gran conflictividad política y social al interior de Europa. Empieza el fin de los absolutismos monárquicos europeos o, en el mejor de los casos para ellos, iniciaran una conversión que los llevará a prestar importantes concesiones para su subsistencia.
La revolución de 1848 conduce al ascenso de la burguesía para un completo control de la unidad socio económica en Francia, pero exceptuando a este país, los demás estados europeos vivieron un ascenso pautado de sus clases burguesas. Puede afirmarse sin temor a equivocarse que la burguesía solamente completa su proceso en este país. Sin embargo, llenó de confusión a nacionalistas y liberales alemanes, que habían pretendido la unificación de un modo constitucional a través de la Asamblea de Fráncfort. Las luchas intestinas hicieron patente su incapacidad para garantizar la ansiada unidad. Los conservadores preferían una confederación que respetara los derechos de los soberanos; los liberales un Estado federal con un emperador a su cabeza y dinastías legítimas en cada Estado pero con sus poderes recortados; mientras que los demócratas deseaban eliminar cualquier vestigio de la vieja Alemania. El acuerdo por lo tanto era imposible.
Sin embargo como es menester considerar, el clima de ebullición política genera líderes y, surge un personaje fundamental para el proceso de unificación…Otto von Bismarck como líder del ala conservadora del Landtag (Parlamento prusiano) y, comienzan las concesiones por parte de la monarquía, en 1850 se sanciona una constitución de carácter progresista que es promulgada por Federico Guillermo IV, que crea una situación de privilegio para los grandes terratenientes ya que su Parlamento, formado por dos Cámaras, elegía por sufragio masculino a la Cámara Baja siguiendo un proceso censatario según el pago de impuestos, dando la primera concesión al liberalismo pero, asegurándose mayoría en las cámaras de representantes.
Luego en 1862 Guillermo I, le encarga la jefatura del gobierno al líder conservador Otto von Bismarck. Éste, recibido con recelo por su pasado político (se le podía situar en la extrema derecha), lograría, sin embargo, aminorar la resistencia del Parlamento a algunos proyectos de ley con procedimientos expeditivos, sin omitir las amenazas. No obstante, con el tiempo mostraría una mayor moderación, nacida de un conocimiento maduro de la situación internacional.
El crecimiento económico había impulsado la creación en 1861, del partido Progresista Alemán, cuya fuerza le permitió negar la asignación de fondos solicitada por el nuevo primer ministro Otto von Bismarck, con los que pretendía reformar el ejército que, tras medio siglo sin cambios de trascendencia, comenzaba de nuevo a quedar anticuado.
No obstante ello se llevan a cabo las guerras de expansión territorial, al principio es contra Dinamarca a quien vence y se anexiona los territorios de Schleswig-Holstein que termina con el dominio mancomunado de Austria y Prusia. Luego sigue la guerra contra Austria. Prusia después de conseguir la neutralidad de Napoleón III y en alianza con Víctor Manuel II, declaro la guerra a Austria, llevada por el deseo de arrebatarle algunos territorios. El ejercito Prusiano en pocas semanas se impone a los austríacos a quienes derrota en la batalla de Sadowa en 1866 como mencionamos anteriormente y, firmándose a continuación el tratado de paz de Praga, en donde Prusia crece notablemente en territorio con la incorporación de los ducados de Schleswig, Holstein, el reino de Hannover y otras regiones más. Con esto Austria a su vez renunciaba definitivamente a formar parte de Alemania y aceptaba la disolución de la Confederación Germánica. Poco después, todos los estados alemanes se unificaron a base de la Confederación de Alemania del Norte, que reconocía como soberano a Guillermo I. Por otra parte, Austria tuvo como también mencionamos anteriormente que devolver Venecia, la que a su vez, fue incorporada a Italia.
Finalmente quedaba Francia la eterna enemiga de Alemania, lógicamente para Prusia la alianza o el beneplácito de la tregua con Napoleón III fue meramente estratégica, una vez derrotada Austria, Prusia tiene las manos libres para enfrentar a Francia. Ahora Prusia es una gran potencia y, bajo la habilidad estratégica de su canciller Otto Von Bismarck va en búsqueda de las provincias de Alsacia y Lorena. Así el pretexto para que se suscitase dicha guerra lo dio el príncipe Leopoldo de Hohenzollern, primo del rey de Prusia aspiró a la corona de España que se encontraba vacante por el destronamiento de Isabel II, a lo que Francia se opuso para no encontrarse entre dos naciones dominadas por la nobleza prusiana.
Después de esto, Napoleón III declaró la guerra a Prusia, aduciendo que Guillermo I había desairado al embajador francés al negarse a recibirlo en su palacio. Pero los prusianos se adelantaron a eso y movilizan un poderoso ejercito de 500,000 soldados, que al mando del general Moltke, consigue aplastantes victorias sobre los franceses en las batallas de Freschwilier, Rezonville y en la de Saint Privat, aunque en encuentro definitivo se lleva a cabo en la batalla de Sedan el 2 de septiembre de 1870, donde es tomado prisionero el mismo Napoleón III que procede a la capitulación. Por este tratado se estipula que los franceses cedían Alsacia y Lorena y además, se comprometían a pagar una indemnización de guerra equivalente a cinco mil millones de francos.
El gobierno surgido del proceso de unificación alemana no fue democrático ni constitucional al estilo liberal europeo, sino que fue más bien Autocrático y militarista. A su vez dio pié al surgimiento de una poderosa nación, el Imperio Alemán que fue alcanzando un altísimo grado de desarrollo, no solamente industrial sino cultural y científico. Más adelante este mismo desarrollo conducirá a un enfrentamiento directo entre las principales potencias europeas, ya que la consagrada unificación que va a darse finalmente en 1871 tendrá a la nación teutona siempre en la retaguardia de los procesos de colonización, en contrapartida a los procesos de comercialización e industrialización antes mencionados. Llegará la instancia donde siendo la mayor potencial industrial de Europa, Alemania se encuentre totalmente relegada en el proceso de reparto colonial, la guerra será inevitable.
Lisandro Rappetti.
Bibliografía:
Fernández, A: Historia del Mundo Contemporáneo, Barcelona: Vicens Vives. (2005)
Larios, A: Historia Universal. Del surgimiento del Estado contemporáneo a la 1ª Guerra Mundial. Madrid: Alianza.(2010)
Edgard R. Tannenbaum: La experiencia fascista: Sociedad y cultura en Italia. (1922-1945).
Wright, E: Historia Universal. Industrialización e Imperialismo. Barcelona: Nauta. (1983)
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